–¿Cómo surgió la colaboración con el Aula chicharrera?
–Es curioso porque después de tantos años aquí no había metido las narices en el Carnaval hasta que conocía a Suspi y ya las metí de lleno. He descubierto que el Carnaval es una maravilla, es muy bonito y, aunque es distinto al que vivimos en Cádiz, sigue siendo el Carnaval que permite una bomba de oxígeno para la gente. La colaboración nace en 2012 y, junto a Eugenio Mariscal, tramitamos toda la documentación para dar el fruto que hoy tenemos. Es una gran satisfacción y ahora estamos pendiente de hacer lo mismo en Montevideo.
–Además, ha tenido la experiencia de vivirlo desde dentro cuando fue jurado de la Elección de la Reina el año pasado. ¿Cómo fue esa experiencia?
–Pude ser presidente del jurado en el teatro Falla pero al final prefería venirme y optamos por la Reina y lo pasé fantástico, tanto que me gustaría repetir. Es maravilloso ver esas chicas bellas que tenéis en esta Isla lucir esos trajes que son conocidos en el mundo entero y que no hay en otro lugar del planeta.
–Ahora que conoce ambos carnavales, ¿puede decir qué es lo mejor de cada uno? ¿Qué les diferencia?
–Hay diferencias entre coros y murgas, las comparsas no tienen nada que ver y mucho menos las chirigotas y las rondallas. En Cádiz lo mejor que tienen las chirigotas es que te partes de risa, incluso en cualquier mostrador cuando a golpe de nudillos son capaces de sacarte una copla. Pero no somos cómicos, si acaso somos graciosos. Las comparsas sí son más serias, emocionan con sus letras y vale la pena escucharlas. Eso ocurre aquí con las murgas, que tienen diseños muy bonitos pero que hay que oírlas. En Tenerife tienen sus maravillas y por eso el año pasado cuando llevamos a Bambones y a la Reina fue un pelotazo. La gente alucinaba al verla desfilar en las calles de Cádiz, con esa elegancia de su traje que allí no se estila. A ver si este año podemos llevarla también.
–Entonces, ¿la mayor similitud está entre el coro y la murga?
–Se parecen, pero los instrumentos de un coro son diferentes y son más secones que las murgas. Por ejemplo cuando fue Bambones, la gente se quedó enseguida con el movimiento de las trompetas que allí no se ve. Además, aquí son grupos de 60 o 70 e incluso cien personas, y los coros son solo 45. Creo que en Cádiz se explota más la fiesta sobre todo de cara al turismo, allí es Carnaval todo el año y por eso los grupos tienen unos 40.000 euros de subvención a diferencia de los 10.000 en Santa Cruz. Ese dinero, que se ha reducido porque en crisis hay otras prioridades, se reparte porque al final los grupos benefician al ayuntamiento.
–¿Y lo peor de cada uno?
–La hora de decidir los premios, no me gustaría estar en su pellejo, porque en Cádiz son 180 grupos y se van eliminando hasta que te quedas con los 15 premiados. Son habituales las críticas al jurado y hasta te puedes crear enemigos. Creo que aquí pasa lo mismo.
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