Manoj Daswani /La Opinión de Tenerife
Keila Jerez estaba en Candelaria cuando recibió la llamada de la directiva de Marchilongas. "Tienes que venir", le dijeron. Y ni se imaginaba que sería para ofrecerle la dirección de la murga, a lo cual respondió que sí, previa consulta con su madre. "Me recomendó que no, pero a mí me hacía ilusión". El desafío era superlativo y suponía llevar la batuta de un grupo histórico por su condición de pionero. No en vano, "fue el que abrió paso" a las demás formaciones femeninas que llegaron después.
"Lo que ellas consiguieron, no todo el mundo lo hubiese logrado. Cuando la murga se fundó, éste era un mundo solo de hombres. Y para Marchilongas fue súper complicado hasta inscribirse en el concurso. No solo por ser de La Laguna, sino sobre todo por ser mujeres", cuenta Keila, orgullosa de las raíces de este grupo y de su propia familia, cien por cien murguera.
Su padre fue componente de Los Taconudos y su madre, Tere, una de las fundadoras de la formación que ahora las dos comparten. Y que ahí sigue, incombustible tres décadas después, añadiendo renglones a una larga historia de tesón y compromiso con la murga. Por si fuera poco, el hijo mayor de la pareja es Nuacet, una de las voces más refinadas de Bambones y que también empezó en Bambas, como Keila. Ella puede decir que en el Carnaval ha sido de todo. "Hasta primera dama de honor de la Reina Infantil", expone Jerez, que fue directora de una infantil y ahora lo es de una adulta.
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