jueves, 26 de enero de 2017

"El Carnaval es la democracia de la alegría; el chicharrero la lleva en la sangre"

Antonio Meseguer dejará este Carnaval de ser Fidel Castro para volver a ser Antonio Meseguer. Con 70 años, retira al personaje que tanto le ha dado. Emigró a Venezuela con su familia pero pronto, a la muerte de su padre, volvió. Trabajó 31 años para la consignataria Hamilton, así como para el tranvía y la Concejalía de Fiestas.

¿Deja usted el papel de Fidel Castro en el mejor momento?

Es el mejor momento porque coinciden varias cosas: los 40 años haciendo de Fidel son un número redondo, también es redonda la cifra de mi edad, 70 años, y encima me despediría en un Carnaval dedicado al Caribe, la cuna de Fidel. Y un poco también es respetar la voluntad de ese que se parece conmigo, o se parecía el pobre, y que dijo que una vez muerto no quería que se pusieran bustos ni fotos de él por todo el país. Yo no quiero ser un busto viviente de Fidel. Respeto su voluntad y me retiro con mucha pena, con mucho dolor.

La gente de la Isla le cogió mucho cariño. Y eso que interpretaba a una figura controvertida...

Todos los recuerdos que me llevo son muy gratos. La gente, especialmente los carnavaleros como yo, me trataron con tremendo cariño. Después de la agresión que sufrí [en 2006] me apoyaron especialmente. Fidel, aquí estamos, lo que necesites; sigue adelante, me decían.



Será lo que más echará de menos, ¿no?

Sí, por supuesto. Pero debía tomar la decisión. Ahora disfrutaré de los carnavales con mi familia... Lo viviré desde otra perspectiva.

Ya no lo verá desde la perspectiva del comandante...

Pero, fíjese, tenía ganas también, aunque algún que otro Carnaval me he pegado mi escapadita y he salido sin el uniforme de Fidel. A ver, es bonito y he sido muy feliz pero a veces se hacía un poco cansino. Eso de andar entre tanta y tanta gente y que cada dos pasos te paren para posar en una foto o saludar y hacer bromas... A mí me encantaba pero había veces que necesitaba vivir el Carnaval sin Fidel.

¿Le costaba esos días en los que no está de tan buen humor?

Claro que a veces cuesta un poco pero solo un poco. Todo en el Carnaval hay que relativizarlo. Entre los personajes del Carnaval, incluso, a veces discutíamos y había tensiones. Pero cuando alguien se paraba yo siempre puse mi mejor cara.

Es la esencia del Carnaval: apartar los problemas por unos días y disfrutar todo lo que se pueda interpretando un papel. Hasta los más sosos se transforman...

El Carnaval es la democracia de la alegría. A mí no me gusta entrar en las comparaciones entre los carnavales de antes y los de ahora, porque cada época tiene su contexto, pero sí creo que se ha ido perdiendo un poco el sentido del humor. Quizás también sea porque los carnavales de ahora son más multitudinarios y tienes que andar con mucho cuidado. Hay gente que se desfasa, otros que no entienden esa esencia del Carnaval y lo confunden con un botellón...

¿Cómo eran los carnavales de hace 40 años cuando usted empezó a ejercer de comandante?

La gran transformación se produjo cuando se le quiso dar una proyección internacional. Me hace gracia cuando ahora se habla del Carnaval de Día como si fuera algo novedoso. Es que en esa época el Carnaval era de día... No había esos bailes que hay ahora. Yo salía al mediodía a la calle a vacilar. Salía bastante gente disfrazada, no se crea, aunque no tanto como ahora. Se echan de menos aquellas máscaras que te decían: ¿Me conoces? Era un juego que se repetía.

¿Por qué los chicharreros viven tanto el Carnaval?

Aquí nunca se paró el Carnaval. Disfrazamos el Carnaval de Fiestas de Invierno durante la dictadura pero nunca dejó de celebrarse. En otros lugares hubo un corte. ¿Por qué aquí no? Porque el Carnaval va en la sangre y el ADN del chicharrero. En la sangre de un chicharrero hay confeti. Lo ves todavía en la juventud, en esas ganas de ensayar, de preparar el disfraz, de salir y vivir el Carnaval... Mire, cuando el golpe de Estado de Tejero, que fue en febrero [23 de febrero de 1981], en plenos carnavales, se intentaron prohibir los disfraces de uniformes militares o de guardia civil. Y pensé: ¿Y yo que voy de Fidel? Me puse una gabardina, me quité el gorro, bajé a la Avenida de Anaga para el Coso, miré, me metí entre la gente y ya hubo un momento en que me quité la gabardina, me puse el gorro y adelante seguí. No pasó nada... Me llegan a intentar echar y el pueblo se les habría tirado encima...

Muchos dispendios económicos no debió hacer usted porque el disfraz siempre era el mismo.

Sí, la verdad. Yo empecé a disfrazarme porque tuve un accidente de tráfico. Fue en Fin de Año, subiendo con el coche al Barrio de La Salud. Salió un coche de un ceda el paso, choqué , yo me fui hacia adelante y sufrí un corte en la cara. En aquellos tiempos no se exigía el cinturón. De hecho, mi Volkswagen no tenía ni cinturón. Entonces no me podía afeitar. Hablando un día en la calle con los vecinos, le pregunté a una vecina, Adela, que de qué me iba a disfrazar. Y me dijo que por qué no me disfrazaba de Fidel ya que tenía barba y me parecía al comandante. Así surgió...

¿De qué se disfrazó antes de convertirse en Fidel Castro?

Mi madre le cosía los disfraces a la masa coral. Y siempre quedaba algún retal para el niño. Entonces empecé a salir con la masa coral. Una vez fui de mexicano, recuerdo.

¿Empezó en la masa coral?

No, antes había entrado en la Ni Fú-Ni Fa. Empecé llevando la tuba. Estuve en la afilarmónica siete u siete años y luego pasé a la Peña del Lunes. Estuve un año en la masa coral y después ya me convertí en Fidel.

¿Cuánto tiempo pasó desde que empezó a salir de Fidel hasta ser un personaje popular?

Tuve mucha suerte. El primer año que salí de Fidel, los hermanos Ríos hicieron un documental del Carnaval de Santa Cruz y me filmaron en el Coso. Era el primer gran reportaje que se hacía de las fiestas y qué curioso que me filmaran, hablando además. Creo que decía algo así como: Compañeros, esto se acaba... Mucha gente vio ese reportaje y pensó que efectivamente me parecía. También salió un artículo anunciando que el Carnaval de Santa Cruz ya tenía a su Fidel Castro. Y fue así como ya desde el primer año me convertí en un personaje. Esa primera vez iba con una chaqueta militar de color brillante con un logotipo de una marca de tabaco. Al año siguiente, ya mejoré la indumentaria: conseguí un cinto, me hice una cartuchera, la gorra que me hizo mi madre...

¿Y la barba?

Cada vez que acababa el Carnaval me afeitaba y luego me la dejaba a medida que se acercaban las fiestas. Y así hice siempre. Lo hacía un poco también para desligar el Carnaval de mi vida privada. Nunca pretendí ser Fidel todo el año. Es que tienes que cortar porque te dejas llevar, te pegas todo el año siendo Fidel. Y no era cuestión.

Pero ahora que anunció la retirada de Fidel sigue la barba...

Me gustaría despedirme. Eso dependerá de la Comisión de Fiestas, porque no a todos los personajes se lo han hecho. A Peggy [papel que interpretó José Manuel Lis, fallecido el 26 de diciembre de 2014, durante 37 años] no le hicieron un homenaje. No se crea que los personajes del Carnaval son tan queridos. Son muy queridos por el pueblo pero no tanto a veces por las autoridades. No tenemos una estructura, una sociedad que nos represente. Si me dan la oportunidad, querría despedirme y agradecerles a todos su cariño. Sería ideal durante la Gala de Elección de la Reina pero eso se verá. Pero no saldré en el Coso. Cuando anuncias algo así, tienes que cumplir. Mi familia se enfadó mucho cuando decidí seguir saliendo de Fidel tras las puñaladas. Tenían miedo de que me volviera a pasar...

¿Viajó alguna vez a Cuba?

Nunca.

¿Iría?

Mi hija, que estuvo el año pasado, me dijo que si yo iba a Cuba no volvía. Que iba mucho con mi carácter. Soy muy parrandero. Me gustan mucho las Fiestas de Mayo. Me encanta el folclore, las fiestas populares. Además, tengo el mejor instrumento del mundo: la huesera. ¿Sabe por qué? Porque lo puede tocar y beber a la vez. ¡Es el único instrumento con el que puedes hacerlo!

¿Le habría gustado conocer a Fidel Castro?

Sí. El hecho de que yo me vistiera de Fidel no quiere decir que lo admirara. Era solo por el parecido. Pero sí reconozco que en los primeros años hizo mucho por Cuba. Por ejemplo, sacar a tanta gente del analfabetismo y la pobreza. Pero debía haberse ido antes.

¿Cómo le gustaría que le recordara la gente?

Como un carnavalero más que ha tenido la suerte de recibir el reconocimiento y el cariño de la gente.

¿Qué opina de las murgas y otros grupos del Carnaval?

Son todos maravillosos, gente que lo da todo por el Carnaval. Las murgas han evolucionado. El cambio para mí más significativo fue el de los Diablo Locos mientras estuvo Tomás Carvajal padre. Fue una murga que sacó a mucha gente de los problemas en los barrios: de la droga, la delincuencia, la falta de futuro... Eso también pasó con otras murgas.

Mire que hay personas que hacen tantos esfuerzos por el Carnaval de Santa Cruz...

Más valor que yo lo tienen miles de personas que dan tanto por el Carnaval. Al fin y al cabo, yo apenas gasto y si gasto algo es en puros...

¿Son de Cuba, por cierto?

No, los puros son palmeros. Los cubanos tienen mucha calidad pero a mí se me hacen duros. Son puros de salón. Yo prefiero un buen puro palmero...

Dígame un momento que recuerde con especial cariño de estos 40 años.

Pues fíjese que no fue en el Carnaval exactamente. Fue un año que me invitaron a ir a Fitur [feria de turismo de Madrid]. Estando por allí pasó cerca el Rey Juan Carlos. Al verme, se saltó el protocolo, se me acercó, me saludó y me dijo: No se le ocurra a usted ir así a Cuba. Yo le contesté algo así como: No, su majestad, y menos después de habérmelo dicho usted. Fue curioso pues en aquella edición de Fitur los estadounidenses me trataron mucho mejor que los cubanos, aunque uno de los enviados de Cuba terminó acercándose y dándome un puro.

Ahora hace falta un Donald Trump, ¿no?

Pues sí, sería buena idea. Hace falta un Trump en el Carnaval de Santa Cruz. Menos mal que Fidel ya no lo va a tener que aguantar...

La Opinión de TenerifeDaniel Milllet

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