El Carnaval chicharrero celebró anoche uno de los entierros de la sardina más tardíos de los que se recuerdan. Después del funeral exprés que se preparó en 2017, la organización apostó por, en lo único que puede organizar en este acto, retrasar el inicio para hacerlo coincidir con la salida de sus puestos de trabajo de muchos de los incondicionales de este acto, el único que mantiene su vínculo con el Carnaval de la mascarita. Ese fue el único motivo para comenzar el desfile a las diez, y no por la coincidencia con el partido del Real Madrid, aunque tampoco les vino mal a los carnavaleros merengues, que hicieron triplete, como Joroperos o Mamelucos: celebraban el Entierro de la Sardina, el día de San Valentín y la victoria del Madrid.
Desde poco antes de las diez de la noche, los participantes se agolpaban en la calle de San Juan Pablo II, donde se daba por organizado el desfile si se lograba que el cortejo saliera a la hora convenida. A la altura del lateral de Capitanía, aguardaba su turno, siempre al frente, Manolo Peña, presidente de Mamelucos y que las noches de Carnaval y en el Entierro de la Sardina se disfraza del Botones del hotel Príncipe Paz. Pero justo cuando el gerente de Fiestas daba la orden al furgón para activar la grabación con las recomendaciones, la entrañable Marcela, una histórica del Carnaval, le tomó la delantera a Manolo Peña, que quedó relegado con su corona y el obispo vestido del chico a un segundo lugar. Impertérrito, Manolo seguía de luto por la sardina que conquistó san Valentín.
Casi quince minutos tardó el cortejo fúnebre más divertido en encarar Méndez Núñez, en los intentos frustrados por que la comitiva aguardara turno detrás de la sardina. Pero en Carnaval, reina el desorden. Detrás la sardina y delante todas las viudas. Viudas, porque anoche fue una velada de otros femeninos, versión original o gracias al "cambio radical" del disfraz de luto. El tutú de la Cabalgata, la noche del Sábado o Lunes de Carnaval se convierte en el tul que enmascara rostros; eso sí, son tules "modernos", la mayoría vienen rematados con un vaso de tubo plástico y dos piedras de hielo.
Tal día como ayer, el ritmo de caja, bombo y platillo murguero deja paso al redoble de la banda de cornetas y tambores. Y comienza a caer a diestro y siniestro entre el desconsuelo porque el Carnaval toca a su fin. Oficialmente, ayer, con el miércoles de Ceniza que da paso a la Cuaresma. En Santa Cruz, seguirá la fiesta hasta la Piñata, el próximo fin de semana.
Sigue la fiesta en la calle Méndez Nuñez. Media hora más y el cortejo ya llega al antiguo Cine Rex, a su paso por uno de los altares del Carnaval de noche, el Orche. Ahí se descubren rostros clásicos, como el de Las Legionarias de Javi "El Abogado". Representante de comparsas en su concurso, espera todo el año para salir con su grupo escoltando a la sardina, ayer, como el año pasado, con diseño del "multiusos" Javier Caraballero y que construyó Elena González. Este año le faltó "La Saeta", en un entierro ruidoso. La sardina crucificada recorría Méndez Núñez. Era la segunda, la de las Legionarias.
En ese momento, la sardina oficial, escoltada por la Cofradía del Chicharro, había quedado diluida en medio del desfile, que, en la cola, animaban Pepe Benavente y El Morocho en una carroza. Las viudas se hacían una con el público, que deseaba entrar en complicidad. A la medianoche continuaba la fiesta en Santa Cruz, la noche en la que la ciudad le declaró amor a la sardina precisamente por San Valentín, con la ilusión de que mañana, otra vez, es Carnaval. Al menos hasta Piñata.
Humberto Gonar
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