lunes, 16 de marzo de 2020

El Bicho en el Carnaval Tradicional de La Orotava

Resultado de imagen de El Bicho en el Carnaval Tradicional de La OrotavaEl carnaval del Valle de La Orotava, en la isla de Tenerife, tuvo algunas manifestaciones tradicionales extraordinarias como El Mataculebra, en la Villa de Arriba, en la Villa de Abajo y en La Perdoma, y El Bicho en Pinolere y en El Bebedero. Si la primera tiene su origen en los retornados de la emigración, probablemente a fiales del siglo XIX, El Bicho tiene un origen incierto por la cantidad de actividades zoomorfas que han proliferado en Canarias y fuera de las Islas. Pese a su idéntica denominación El Bicho fue muy diferente en estas localidades. Comparten similitudes importantes y probablemente un origen común. Estos fenómenos son recordados por muchos vecinos puesto que se representaban hasta los años setenta, pese a que fueran un acto marginal del carnaval. Debieron de perderse antes de la mitad de la década de los setenta, época en que el municipio contaba con algo más de veinte mil habitantes. Es muy probable que el declive fuera acrecentado por la expansión del carnaval de Puerto de la Cruz, que va a concentrar una importante cantidad de público. Algunas personas de la comarca y el área de cultura del ayuntamiento han pretendido recuperar esta tradición en 2020. En este sentido apuntamos la importancia de asesorarse con especialistas, no solo con objeto de sacar a la luz fielmente una joya del pasado sino de saber encajarla en la sociedad si la intensión es de consolidarla y no ofrecerla como un espectáculo o performance.

El Bicho dePinolereera una representación del mal en forma de macho cabrío con enormes cuernos que salía por las calles en carnavales acompañado de un grupo de personasanimadamente, dándole gritos, insultándole y golpeándolo con fustas, varas o palos largos mientras amagaba para atacar y retirarse. Llevaba pieles de macho cabrío y corría detrás de las personas que encontraba a su paso, muchas veces adoptando una posición no erguida, a cuatro patas, emulando al animal. Los vecinos de más edad en esta comarca agrícola lo recuerdan con meridiana claridad. Así lo describe Cecilio Pacheco.

“salía uno vestido con pieles y cuernos corriendo detrás de la gente, asustándonos… yo tenía miedo de eso, pero le llevaban amarrado con una cadena. Otros iban detrás golpeándole con fustas y golpeando contra el suelo, insultándole… lo llamaban El Bicho. Recuerdo ver de eso a don Gregorioi”



Se refiere a Gregorio Farrais Domínguezii que se vestía de Bicho a mitad del pasado siglo. No fue una ocurrencia suya, claro está, y don Gregorio nos remitió a otras personas que salían antes: “el que yo vi salir de eso antes fue un pariente mío llamado Francisco Luis, pero no sé si eso se le ocurrió a él o venía de atrás”. Don Gregorio se materializaba El Bicho compartiendo la actividad con otras personas, “eso ya hace tiempo que no sale, era un cachondeo de otros tiempos. Me vestí de eso, nos juntábamos unos cuantos tiznados con El Bicho y se juntaba mucha gente a verlo, íbamos incluso hasta la plaza de La Orotava, la geste se asustaba y salían corriendo, yo salía con otros que ya murieron. Luego me cansé y eso se acabó”.

Solo una persona se vestía de Bicho y era como un macho cabrío, con sus pieles, tiznado y con cuernos de macho grandes, los demás iban detrás. El Bicho corría detrás de las personas por las calles de Pinolere, saltaba, hacía como que embestía a la gente y siempre sujeto con una cadena. Los acompañantes tenían una actitud participativa, más que amedrentada, algo dominante, gritándole con términos despectivos sin dejar de acosarle. Muchas personas se iban uniendo al grupo, se paraban a observar o participaban de la fiesta. “Le daban cuero a uno, al que iba de Bicho, no daban fuerte pero a veces se escapaba algún golpe”. Los que acompañaban a El Bicho iban con ropa vieja y llevaban tiznada la cara, las manos y todo lo visible. A falta de fotografías realizamos un dibujo para que los informantes nos confirmasen su identidad.

El Bicho de Pinolere vestía con un pantalón corto y encima se colocaba una pieza realizada con piel de macho cabrío negro sin mangas que se ataba por delante. El cuerpo que quedaba visible se cubría de negro. En la cabeza se colocaban los cuernos sujetos con tiras de neumático o cuero. La cara iba descubierta pero tiznada de negroiii. El Bicho y sus acompañantes aparecían el martes de carnaval por la tarde varias horas, en alguna ocasión salían también el lunes. No solamente concurrían por Pinolere porque visitaban otros lugares como Aguamansa, El Bebedero, Barroso, Chasna, etciv.

“Recuerdo que Francisco se vestía en Pinolere, porque él era de Pinolere, y luego iban hasta Aguamansa. Era muy ocurrente para esas cosas. Yo recuerde verles que se juntaban hasta quince o dieciséis tiznados que iban con varas o látigos y otro con una cadena que lo sujetaba. El Bicho iba contra las personas que se cruzaba, las mujeres tenían más miedo pero no hacía nada más que embestir. Francisco murió hace unos veinte años o más, debió haber nacido en 1910 o 1915. Eso era parecido a un diablo, amarrado por la cinturav”.

No existe mucha bibliografía en la que se cite esta representación. En la revista digital Bienmesabe se describe de manera similar: “un hombre vestido con pieles de cabra, con cuernos sujetos a la cabeza, con la cara tiznada y atado con unas cadenas iba lanzando gruñidos y ruidos estridentes. Este personaje iba caminando a cuatro patas… tras él un grupo de personas con la cara también ennegrecida por algún tizno de leña, golpeaban cacharros, hacían sonar los bucios, cencerros, etc. haciendo un ruido infernalvi”. Indica Rafael Gómez León como en ocasiones llevaban un veode, una fragua llena de voladores que chispeaban y a veces estallaban mientras los acompañantes llevaban antorchas. Los personajes protagonistas, vecinos de Cuatro Cantillos, fueron los hermanos Pedro, Urbano y Francisco Luis Acosta, Rafael González Hernández y otros. “Eso venía de antes, desde que yo era pequeñito. Iban hasta la plaza de la Villa, Aguamansa, La Florida…vii”

El Bebederoviii, localidad cercana, tenía otro fenómeno similar también en carnavales y en el mismo periodo que también se desplazaba a lugares cercanos, incluso a El Bebedero, pero fue una manifestación diferente, con protagonistas distintos. También debió tener su fin en los primeros años de la década de los setenta, según nos narran algunos informantes. Llevaba una especie de chamarra con las mangas cortadas hasta los antebrazos, sobre eso se colocaba una especie de chaqueta confeccionada con un saco grande, posteriormente se cubría con zaleas de cuero de buey, vaca o becerro, normalmente negra o canelo oscura hasta la cintura. Llevaba mangas hasta medio brazo. Del mismo material llevaba un pantalón largo hasta media canilla y se calzaba con lonas blancas. Sus brazos, manos y canillas iban tiznadas o embetunadas. La cabeza estaba cubierta enteramente con una capucha de cuero que formaba parte de la misma pieza o ajustada a ella. La chaqueta en la parte delantera estaba cerrada con un cruzado de cuerda fina que desde la cintura la ceñía hasta el cuello. En el extremo inferior por la parte posterior le colocaban un rabo bien largo de vaca, becerro o buey que primero habían preparado, vaciándolo, rellenándolo posteriormente y cosiéndolo bien.

El Bicho de El Bebedero iba sujeto por una cadena bien agarrada por otro personaje y era acompañado por numerosos vecinos entusiastas vestidos con máscaras. Cuando se hacía de noche encendían faroles con velas dentro. El Bicho embestía y perseguía a los vecinos sin escaparse de la cadena, le agarraban bien y le daban tirones para que no se acercara demasiado a las personas que gritaban “que viene el bicho, que viene el Bicho” y se retiraban. El vecino que le llevaba sujeto con la cadena llevaba un látigo de unos dos metros realizado con una soga trenzada sujeta a un palo de unos cincuenta centímetros. En la punta de la soga se hacía un nudo pequeño. Este látigo silvaba en el aire y los latigazos se descargaban en la espalda de El Bicho con su característico sonido al impactar con el cuero.

“El Bicho no salió más desde 1971 o 1972, eso para mí que venía de antes, detrás iban como veinte o treinta mascaritas dando gritos, con bromas, cantos y armando jolgorio. A veces lo agarraban por el rabo. De pequeño yo no sabía ni que el que se vestía de eso era mi padre, Julián Pérez Yanes. Lo llamaban Julián el carbonero y a veces el Bicho de El Bebedero. Él nació en 1925 y murió en 1993ix”.

Su actividad duró hasta los años setenta del pasado siglo y era muy esperado en los carnavales previo al baile del martes mientras ya el vecindario bailaba las piezas acostumbradas al ritmo de acordeón y otros instrumentos. Durante el baile El Bicho permanecía correteando y asustando por los alrededores.

“Me han dicho que durante el baile, en el salón de Marco, El Bicho se quedaba y bailaba con una mascarita desconocida, nadie sabía quién era, y les dejaban en el centro. Siempre bailaba con la misma, claro, era mi madre que llevaba una caretax”.

Horas antes se preparaba El Bicho en casa de Anicasio Carballo Pacheco donde se juntaban los acompañantes, unas veinte o treinta personas, además de los que se iban uniendo al grupo. Anicasioxi era compadre de Julián Pérez Yanes. Pese al parecido con El Bicho de Pinolere, se distinguen perfectamente uno del otro, aunque no descartamos un antecedente común. Así lo aclara un informante cualificado como es el vecino Cecilio Pacheco Marrero, “No, no, El Bicho que te está diciendo Cándido era distinto al de Pinolere que yo los conocí a los dos. Éste era de piel de vaca o toro y el que sacaban en Pinolere era de piel de macho, eran bien distintos.

Su recuerdo es muy preciso en cuanto a la vestimenta y su proceder, además de la actitud de las personas que acompañaban esta genuina teatralización carnavalera.

“Además a éste le daban con el látigo, no ves que llevaba bastante ropa debajo, y sonaban detrás, en la espalda, los latigazos que le daban. Pero los dos iban como a cuatro patas. Me acuerdo cómo luego le decían ‘¿ya te lavaste carbonero?, porque se le quedaba la cara tiznadaxii”

Concluimos este breve artículo remarcando las diferencias evidentes entre ambos fenómenos del carnaval de La Orotava. Los procesos de recuperación de este tipo de fenómenos propios de la cultura tradicional deben ser rigurosos y atender al significado original si queremos que se consoliden. En Canarias estamos viviendo un fenómeno de recuperación de manifestaciones extinguidas desde los años ochenta del siglo XX, no siempre tras un estudio suficiente. En su momento se perdieron por marginación y abandono, siendo atendidas otras manifestaciones que buscaban mayor impacto social y masificación, como espectáculos que pretendieran grandiosidad, tal vez sin contenido simbólico o no siempre bien expuesto. Por ello entendemos que para recuperar una manifestación como las descritas debe respetarse siempre, lo más fielmente posible, como fue en su momento y sin buscar la aparatosidad que parece querer demandar la sociedad actual.

Elpaíscanario.comRicardo Marcos Fajardo

Suficiencia Investigadora en Antropología por la ULL

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