Los antecedentes están ahí y los que peinan canas tiene frescas aún en sus retinas aquella plaza del Pilar Nuevo y la de Santa Ana engalanadas de chiringuitos con postes para amarrar góndolas y ragazzos vestidos de gondoleros. Fue en 1986 y tras una tromba de agua que obligó a posponer la elección de la Reina. El Carnaval de ese año, aunque no había alegoría oficial como ahora, estaba ambientado en las fiestas de Venecia y al alcalde de entonces, el incombustible Juan Rodríguez Doreste, y al presidente del Patronato del Carnaval, Manolo García, se les ocurrió celebrar un baile de máscaras veneciano en Vegueta.
El éxito de convocatoria fue tal que las mascaritas menos vistosas acabaron echando abajo unas vallas puestas por el Ayuntamiento para separar al galmour de la plebe, acto que el pueblo llano y carnavalero de pro entendió como una provocación. Al final la sangre no llegó al río y la fiesta se celebró en paz con máscara veneciana o careta de cartón. Cuentan las crónicas que el entonces presidente regional, Jerónimo Saavedra, se paseaba por Vegueta vestido de veneciano del siglo XVI, como el gran dux de la república renacentista, del brazo de la actriz Victoria Vera.
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