había recibido el encargo desde hacía tiempo, así que se ha hecho justicia con el joven pintor, que crece en el pequeño mundo del arte canario, no por escaso menos valioso.
Tengo que reconocer que me gusta la pintura de Tosco, que pone formas en el lienzo para que uno imagine cosas y, sobre todo, es un enfervorizado maestro colorista. Con el cartel lo ha intentado y lo ha conseguido. Nada de tetas, nada de antifaces, nada de bigotes postizos ni de pelos en las patas: un volcán explotó y dejó en el firmamento, o donde sea, los colores que aparecen también en la fiesta. Enhorabuena, Alejandro: me ha encantado.
"Déjenme que desarrolle mi arte", dice Tosco, cabreado por algunas críticas ácidas que ha recibido. Pero es normal, en este país de mentecatos, que la crítica ácida de los mediocres aflore. Tosco lo que ha hecho es un acto de valentía: un Carnaval sin Carnaval. ¿Les parece poco?
Mientras que en Las Palmas pondrán en solfa a una drag, dentro de su ola habitual de mariconeo, aquí pone una explosión de colores. Bendito sea. Menos tacones y menos sarasas y más color vivo sobre la piedra también viva de la isla.
Nada se hace en esta isla, sin embargo, que no reciba la crítica mala de sus hijos, receptores de la noticia. Es la envidia la que triunfa sobre todas las cosas; envidia heredada de aquello de "pueblo chico, infierno grande" y del pecado nacional que registró magistralmente Fernan do Díaz-Plaja : la envidia, que si fuera tiña, ya saben.
A FONDO ROGER
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