La pareja posaba ante la cámara en mitad del paso de cebra que hay frente a la plaza de Hurtado de Mendoza, llena de gente, sin miedo al talco, mientras una masa de gente enfilaba ya el barranco desde el Teatro acompañando a la Banda de Agaete para iniciar la fiesta.
La escena resultaba muy romántica y muy distinta a la de cualquier foto o selfie que estos días de Carnestolendas se hacen las mascaritas con su mejor disfraz. La ocasión lo merecía y es que Yeray y Mari Carmen habían acudido al Carnaval Tradicional para contar en imágenes a familiares y amigos cómo surgió su historia de amor.
La pareja se conoció hace tres años en el Carnaval Tradicional, al que llegaron "arrastrados" porque ninguno tenía ganas de fiesta. "Cada uno llegó con su grupo de amigos y uno en común nos presentó", recordaba ayer Mari Carmen, de profesión docente. La noche la pasaron "de vacilón, bailando y abrazándonos como si nos conociéramos de toda la vida", continuaba Yeray, que dirige una empresa de distribución de medicamentos, y que se quedó prendado de Mari Carmen hasta el punto de que al día siguiente la llamó para quedar.
Mari Carmen, siete años mayor que él, pensó que la llamada era solo "producto de esa noche" y le dejó plantado "para otro día". "Me llamó la atención porque venía con el penoso canoso pero era que el pelo se le había llenado de talco", contaba anoche. Yeray insistió y, a los tres meses, la pareja, que casualmente vivía en playa de Arinaga a pocos metros, se fue a vivir bajo el mismo techo.
Tras tres años de "un montón de viajes y locuras" compartidas y una niña de 13 meses, el 30 de mayo sellan oficialmente su amor. No es de extrañar que para ellos el Carnaval Tradicional tenga un significado especial. "Es la fiesta más mágica".
La edición de 2015 también será recordada por Miguel Ramírez y Rosa Echevarría, que desde hace cuatro meses gestionan El Pasillo, frente al mismo barranco de Guiniguada. La pareja confiaba en que los indianos se dejaran parte de los ahorros en comida y bebida. Para la ocasión habían preparado bocadillos y perritos calientes para llenar el estómago de los participantes tras la polvareda, que comenzaba a pasar de un lado al otro de la autovía gracias al viento, mientras a la cita no dejaba de llegar gente.
"El día a día es muy duro pero estos días de Carnaval en Vegueta están siendo muy buenos. Estamos encantados con que parte de los festejos se celebren aquí. Así ganamos todos y no solo los locales de alrededor de Santa Catalina ", explicaba Ramírez, que compagina el local con su negocio de electricidad y que tiene la mirada puesta en el trasiego de aficionados que estos días visitarán la ciudad con motivo de la celebración de la Copa del Rey de Baloncesto, que comienza este jueves.
"El sábado, con las salidas de las carrozas de la Cabalgata había mucho extranjero por la zona. Esperamos más afluencia este jueves con los pinchos y la Copa, para la que cada bar ha preparado uno especial", añadía Ramírez. Su tapa -una mini hamburguesa- ya tiene nombre: "tapón".
Unos metros más adelante Manuel Naranjo, propietario de un bazar, confiaba también sacarse unas perritas gracias a la venta de botes de talco a un euro e incluso había hecho un cartel anunciador a mano que había colgado encima de la misma entrada. "Siempre se vende algo. Tanto a la gente joven como a los mayores", explicaba, mientras confesaba que en la trastienda guardaba unas cuantas cajas.
Él también se mostraba encantado con que la fiesta, que hace unos años se celebraba en Triana, se hubiera trasladado hacia el barranco de Guiniguada. "Aquí no perjudica a nadie, en Triana hay más comercios. El talco se lo lleva el aire del barranco".
El Carnaval también está resultando especial para Felipe Martín, dependiente, que desde mediados del pasado mes y hasta finales de febrero estará trabajando en El Kilo con motivo de los festejos y que ayer tuvo la suerte de tener un día libre para poder asistir a los indianos en compañía de sus amigos Helena, Alfonso y Sara.
Para el joven, que vive en La Isleta, era la primera vez que asistía al Carnaval Tradicional y hasta hubo que prestarle la ropa. "No tengo en mi armario nada blanco", aseguraba engalanado con su sombrero y con unas gafas de piscina para evitar que el talco penetrara en los ojos.
A la fiesta no solo acudieron jóvenes, numerosas personas mayores como los jubilados Manuel Ortíz y José Antonio Padrón, con sus respectivas esposas; Julia María del Carmen y Dolores Marrero, se pusieron de punta en blanco, y nunca mejor dicho, pa-ra disfrutar por primera vez de la polvareda.
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