Antes de que los drag queens "lucieran Swarovski" en los carnavales de la Isla, sus antecesoras, las divas transexuales de las lentejuelas, ya habían conquistado al público con su picardía y desparpajo en el escenario. A pesar del reclamo popular que ahora suscita la gala de las plataformas, a mediados de los ochenta, la puerta para el movimiento travestí aún permanecía sellada. La primera en abrirla y demostrar al mundo "que en la vida se puede progresar, cuando alguien cree en sí mismo" fue la vecina del barrio capitalino de La Isleta, Yaiza Rodríguez, laureada como Miss del primer Traveskarnatival que celebró Maspalomas en 1986.
Por aquel año Yaiza, chiquilla de gran afición a los pantalones estrechos, ya había "corrido" bastante.
Con apenas 18 abriles y una bata de cola en la maleta, a lo "Pantoja", Yaiza se estrenó en el mundo del espectáculo en el cabaré Galería de Bruselas. Ya guardaba algunas tablas de su debut en las fiestas del Carmen de la Isleta, en la que había imitado a la musa de Dalí, Amanda Lear. Sin embargo, su gusto por "la sombra de la noche" le regaló un aluvión de preposiciones amorosas de hombres de negocios y políticos de renombre en aquellas noches de espectáculo.
La llamaban La Piccola, por su afición a pequeños sorbos de champán, y aunque muchos pretendientes le prometieron "seguridad económica" a cambio de su compañía, ella tenía claro que su lugar estaba en Gran Canaria.
Durante uno de sus esporádicas visitas a la Isla y tras haberse sometido a una operación de cambio de sexo en Bélgica que la convirtió físicamente en la mujer "que siempre había sido"; una amiga del vecindario, Tita Suárez, "que siempre tenía el pincel de maquillaje en la mano", la convenció para que se presentara al primer certamen de reina travestí que se celebraba en los carnavales de San Bartolomé de Tirajana.
Con el apoyo "incondicional" de Alfredo, dueño de la cafetería Marlene del centro comercial Cita de Playa del Inglés, y la maña a la aguja de Carmencita Hernández, directora de la comparsa Maracaibo por aquel entonces, Yaiza se llevó al público al bolsillo tras desfilar con el garbo que le caracteriza junto a otras diez candidatas con la fantasía Diosa Tanaguanaisu en Yumbo.
Lo curioso de aquella noche fue que el vestido se había rematado apenas unas horas antes de la gala durante el trayecto en guagua desde la capital a Maspalomas. "Recuerdo que terminamos el traje gracias a que todas las componentes de la comparsa echaron una mano con el dedal en los asientos de la guagua. Sin olvidar que las uñas postizas que lucí aquella noche fueron hechas en los mismos asientos con un forro de plástico que recubría un cepillo de barrer que tenía el chófer en el vehículo", cuenta Yaiza con una sonrisa nostálgica.
Cuando en aquella noche pionera en la historia de las carnestolendas, incluso a nivel europeo, sonó el nombre de Yaiza por el micrófono como Miss Travestí del Sur, los corazones de las compañeras de la galardonada se estremecieron de la emoción. "Aquel día supuso un chute de adrenalina para todas aquellas mujeres que luchábamos por ser felices y cambiar nuestras vidas", confiesa Yaiza entusiasmada 30 años después de haber conquistar el trono "visible" de un colectivo aún marginado. Al año siguiente y ya con reconocimiento oficial de su condición femenina en el carné de identidad, cotejado por el Juzgado de Familia de las Palmas, la Diosa Tanaguanaisu regresó de las salas de espectáculos europeas en las que trabajaba a Maspalomas para coronar a su sucesora, Paloma Felipe. Actualmente, Yaiza Rodríguez, con 52 años de edad, es una cotizada diva de "la pestaña" en fiestas privadas de Madrid y Barcelona.
"Me considero una persona muy afortunada, porque siempre he tenido buenas personas a mi lado. Desde que decidí ponerme la gabardina para que la lluvia resbalara sobre mi espalda, he disfrutado con cada momento de mi vida", concluye Yaiza, mientras acaricia su antiguo cetro de monarca de Maspalomas.
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