Quienes tienen amigos o familiares trabajando estos días en los hospitales, supermercados o fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado saben bien que la escasez de material de protección como mascarillas, guantes y gafas está poniendo en riesgo su salud ante la crisis sanitaria del Covid-19. Con el objetivo de revertir la situación han surgido en las Islas diferentes iniciativas para crear, de forma totalmente altruista, mascarillas que luego hacen llegar a estos profesionales. El único obstáculo que estas personas solidarias están encontrando en su camino es la escasez de telas adecuadas: principalmente, textil no tejido (TNT) y tejidos 100% de algodón.
Ana Darias, química de laboratorio y directora de la Asociación Canaria de Alergias Alimentarias, y Esther Alfonso, violinista de la Orquesta Sinfónica de Tenerife, son amigas desde que estaban en el colegio. Estos días en casa y tras haber retomado la relación, se les ocurrió que podían aprovechar su dominio de la máquina de coser para hacer mascarillas.
Para conseguir los materiales necesarios, Ana y Esther han creado un grupo en redes sociales llamado ‘Mascarillas solidarias’ al que ya se han sumado más de 200 personas dispuestas a aportar tanto recursos materiales como mano de obra. Estas mascarillas, según cuentan las promotoras del grupo, no están enfocadas a la protección personal frente a virus o bacterias hacia uno mismo, pero sí “evitan que nuestros fluidos traspasen y contaminen a otro individuo en el caso de estar contagiados, son lo que conocemos como mascarilla quirúrgica de un solo uso”.
María del Carmen Triguero, una artesana que se dedicaba a realizar regalos personalizados para bautizos y comuniones, ha querido sumarse a esta iniciativa: “Yo empecé por mi cuenta, cosiendo mascarillas para intentar proteger a aquellas embarazadas que conozco y que tenían que seguir yendo a revisiones a los hospitales”, explica María.
La indignación de esta artesana llegó cuando, una semana después de haberse iniciado en la costura de elementos sanitarios, se dio cuenta del desabastecimiento de este producto “esencial” para muchos trabajadores. Un asombro que quedó aún más patente cuando algunos le aseguraban que en sus puestos estaban usando mascarillas de papel.
Así, los compañeros del marido de María, que es Guardia Civil, le pidieron 50 mascarillas, trabajadoras de Alteza otras 20, enfermeras de La Candelaria unas 15, y policías otras 20.
Con dos niños pequeños corriendo como torbellinos por su domicilio en Ofra, María espera terminar estos días unas 100 mascarillas. Para ello, gastó 16 euros en 20 metros de tela TNT. Por eso, cuando algunos “avispados” le han propuesto comprarle mascarillas para luego revenderlas, se ha puesto firme: “Me indigna que me lo propongan, yo no lo hago por dinero, sino porque hay gente que las necesita”.
Respecto a la entrega de las mascarillas, estas costureras solidarias aclaran que “de ninguna forma” fomentarán que haya personas que se salten el estado de alarma para acudir a buscarlas. De todas formas, María insiste en que quienes no tienen que salir de sus casas, “no las necesitan”.
¿SON SEGURAS?
Las mascarillas recomendadas para proteger a los profesionales en contacto con personas contagiadas por el Covid-19 son las denominadas FFP2, que tienen una eficacia en la filtración de gotas de en torno al 92%. En el caso de los sanitarios que están cerca de pacientes con aerosoles, deben usar las FFP3, cuya eficacia asciende al 98%.
Sin embargo, las mascarillas de tela como las que los ciudadanos realizan en sus casas son solo equiparables a las quirúrgicas, que no son idóneas ante el Covid-19 pero que desgraciadamente, son la única protección que muchos profesionales están teniendo estos días. Ante la amenaza de un virus desconocido, la solidaridad busca barreras para cuidar a quienes nos cuidan. El algodón y el TNT son mejores que el papel, pero esto no esto suficiente.
ORLANDO Y NAYESIA TAMBIÉN PONEN SU TALLER EN MARCHA EN LA LAGUNA
En el número 105 de la calle Herradores, en La Laguna, un taller servía, antes del estado de alarma, como espacio para impartir clases de costura. Ahora, sus propietarios, Nayesia y Orlando, una modista y un abogado, han vuelto a poner en marcha las enormes máquinas industriales a funcionar con el fin de coser mascarillas. Con sus manos y materiales, ya han confeccionado en torno a 750 piezas.
“Es difícil ver cómo hay enfermeros, que podrían ser hijos de conocidos, que van al hospital y se juegan la vida”, relata Nayesia, quien se decidió a destinar todas las telas que tenía guardadas para crear cubrebocas tras ver en la televisión cómo fallecían profesionales sanitarios que se habían contagiado en sus trabajos.
Orlando, que también es consciente de esta situación, hace un llamamiento a la donación de materiales adecuados y busca coordinarse con el Consistorio lagunero para que sea quien reparta las mascarillas.
Clara Morell
Ana Darias, química de laboratorio y directora de la Asociación Canaria de Alergias Alimentarias, y Esther Alfonso, violinista de la Orquesta Sinfónica de Tenerife, son amigas desde que estaban en el colegio. Estos días en casa y tras haber retomado la relación, se les ocurrió que podían aprovechar su dominio de la máquina de coser para hacer mascarillas.
Para conseguir los materiales necesarios, Ana y Esther han creado un grupo en redes sociales llamado ‘Mascarillas solidarias’ al que ya se han sumado más de 200 personas dispuestas a aportar tanto recursos materiales como mano de obra. Estas mascarillas, según cuentan las promotoras del grupo, no están enfocadas a la protección personal frente a virus o bacterias hacia uno mismo, pero sí “evitan que nuestros fluidos traspasen y contaminen a otro individuo en el caso de estar contagiados, son lo que conocemos como mascarilla quirúrgica de un solo uso”.
María del Carmen Triguero, una artesana que se dedicaba a realizar regalos personalizados para bautizos y comuniones, ha querido sumarse a esta iniciativa: “Yo empecé por mi cuenta, cosiendo mascarillas para intentar proteger a aquellas embarazadas que conozco y que tenían que seguir yendo a revisiones a los hospitales”, explica María.
La indignación de esta artesana llegó cuando, una semana después de haberse iniciado en la costura de elementos sanitarios, se dio cuenta del desabastecimiento de este producto “esencial” para muchos trabajadores. Un asombro que quedó aún más patente cuando algunos le aseguraban que en sus puestos estaban usando mascarillas de papel.
Así, los compañeros del marido de María, que es Guardia Civil, le pidieron 50 mascarillas, trabajadoras de Alteza otras 20, enfermeras de La Candelaria unas 15, y policías otras 20.
Con dos niños pequeños corriendo como torbellinos por su domicilio en Ofra, María espera terminar estos días unas 100 mascarillas. Para ello, gastó 16 euros en 20 metros de tela TNT. Por eso, cuando algunos “avispados” le han propuesto comprarle mascarillas para luego revenderlas, se ha puesto firme: “Me indigna que me lo propongan, yo no lo hago por dinero, sino porque hay gente que las necesita”.
Respecto a la entrega de las mascarillas, estas costureras solidarias aclaran que “de ninguna forma” fomentarán que haya personas que se salten el estado de alarma para acudir a buscarlas. De todas formas, María insiste en que quienes no tienen que salir de sus casas, “no las necesitan”.
¿SON SEGURAS?
Las mascarillas recomendadas para proteger a los profesionales en contacto con personas contagiadas por el Covid-19 son las denominadas FFP2, que tienen una eficacia en la filtración de gotas de en torno al 92%. En el caso de los sanitarios que están cerca de pacientes con aerosoles, deben usar las FFP3, cuya eficacia asciende al 98%.
Sin embargo, las mascarillas de tela como las que los ciudadanos realizan en sus casas son solo equiparables a las quirúrgicas, que no son idóneas ante el Covid-19 pero que desgraciadamente, son la única protección que muchos profesionales están teniendo estos días. Ante la amenaza de un virus desconocido, la solidaridad busca barreras para cuidar a quienes nos cuidan. El algodón y el TNT son mejores que el papel, pero esto no esto suficiente.
ORLANDO Y NAYESIA TAMBIÉN PONEN SU TALLER EN MARCHA EN LA LAGUNA
En el número 105 de la calle Herradores, en La Laguna, un taller servía, antes del estado de alarma, como espacio para impartir clases de costura. Ahora, sus propietarios, Nayesia y Orlando, una modista y un abogado, han vuelto a poner en marcha las enormes máquinas industriales a funcionar con el fin de coser mascarillas. Con sus manos y materiales, ya han confeccionado en torno a 750 piezas.
“Es difícil ver cómo hay enfermeros, que podrían ser hijos de conocidos, que van al hospital y se juegan la vida”, relata Nayesia, quien se decidió a destinar todas las telas que tenía guardadas para crear cubrebocas tras ver en la televisión cómo fallecían profesionales sanitarios que se habían contagiado en sus trabajos.
Orlando, que también es consciente de esta situación, hace un llamamiento a la donación de materiales adecuados y busca coordinarse con el Consistorio lagunero para que sea quien reparta las mascarillas.
Clara Morell
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