miércoles, 6 de mayo de 2020

El antiguo Diablete de Haría, don Facundo y la actual Danza de los Diablos

Haría, al norte de Lanzarote, contó con una población bastante numerosa desde el siglo XV. Tras la Villa de Teguise fue la localidad más poblada de la isla en los siglos XVI y XVII. Sus pueblos más importantes hasta el siglo XIX fueron Haría, Máguez y Mala, estando el resto diseminados en Guinate, Arrieta, Tabayesco, Ye, Órzola y Punta Mujeres. Su economía se ha relacionado con la agricultura y a la ganadería de cabras y ovejas. En el siglo XVIII destacó la exportación de barrilla y en el XIX cobró importancia el cultivo de cochinilla para tintes y la artesanía de la hoja de palma con la que se hacen esteras, escobas, sombreros, bolsos, empleitas y otros artículos.

Hasta la segunda mitad del siglo del siglo XIX existió la tradición de sacar al Diablete en Corpus Christi, grabada en la memoria colectiva hasta las primeras décadas del siguiente siglo. Así lo escribió el tinerfeño Juan Bethencourt Alfonso (1847-1913) en “Costumbres canarias de nacimiento, matrimonio y muerte”, tras su estudio realizado entre 1901 y 1902. El Diablete dramatizaba su ritual del bien y el mal en la solemne procesión "hasta hace poco". Lo describe brevemente pero con ciertos detalles de manera que sabemos que llevaba una cabeza de buey enorme, que bien pudo ser una cabeza de verdad seca, y era corrido por un hombre de la localidad. Sabemos de la oposición de la iglesia a este tipo de manifestaciones desde décadas anteriores, lo que le mantuvo en la marginalidad. De hecho se le permitía salir pero andaba alejado y rechazado por el público, que le había incluso golpeado. Como vemos es un ritual que se había mantenido a duras penas y estaba al borde de la desaparición.

En el Corpus de Haría, salía una única figura de diablete a finales del siglo XIX, pero probablemente fueron varios en décadas anteriores. Esta antigua manifestación se asemeja a otras habidas en Canarias. Probablemente el resto de la indumentaria sería de pieles de toros o bueyes y su enorme cabeza llevaría grandes cuernos naturales. El diablo con figura de toro o buey fingido se ha mantenido en la tradición oral canaria en varias islas, era normal que en el Camino Nuevo del Realejo Bajo, en Tenerife, saliera “todas las noches a las doce en punto el diablo, con figura de buey, echando fuego por las astas[1]”. En alguna manera debió ser similar a los Toros de Tiagua. El Diablete de Haría acabó por perderse por la incomprensión popular y religiosa cuando dejó de entenderse en un acto eclesiástico tan significativo. En Haría no hubo modificación del ritual en el tiempo como estrategia adaptativa como sí sucedió en lugares vecinos como Teguise, donde los Diabletes de la Villa pasaron a ser un número de carnaval. La influencia ilustrada y el abandono de la iglesia a estas celebraciones motivaron el cese del ritual. No podemos disponer de más información por haberse quemado el archivo municipal y el archivo histórico el 13 de mayo de 1904 cuando era alcalde Domingo López Fontes, cuya casa particular hacía las veces de ayuntamiento y fue devorada por las llamas.



El Diablete de Haría compartió con Los Diabletes de Teguise algunas similitudes. Ambas representaciones han tenido su origen en la celebración del Corpus Christi. Los Diabletes suelen salir más de una docena de actores pero no siempre fue así. En el siglo XVII en Teguise la figura del Diablete o Diablito se narra en singular como recoge Manuel Hernández González (2007:403): "En Teguise, en 1658, el Cabildo señala que el mayordomo guardaba para esa festividad y para otras la carátula y vestido del diablete". También para el año 1671 hace una referencia sobre la singularidad de dicho protagonista simbólico: "se le dieron zapatos a los de la danza, tamboril y diablito". No podemos soslayar la existencia de los Toros de Tiagua, con características similares, de lo que hablaremos en otra ocasión.

Si la celebración del Corpus, sesenta días después del domingo de resurrección, debió tener en Haría su natural presencia, con cierta importancia, el santo patrón local es San Juan que tiene su festividad el 24 de junio. El diablo del corpus desapareció sin dejar su recuerdo en la memoria de generaciones posteriores pero, como si hubiese una memoria inconsciente colectiva o una necesidad psicológica de ritualizar la lucha entre el bien y el mal, va a reaparecer una manifestación entre lo ritual y la performance[2]. La festividad de San Juan con el ritual de fuego purificador en su víspera anuncia la llegada del verano, relacionada con el solsticio del día veintiuno de junio, poseedora de la magia de celebraciones paganas. La prohibición y rechazo del Diablete tuvo en las hogueras de San Juan una puerta abierta a una nueva catarsis colectiva.

En 1964 se va a producir el nacimiento de la quema de un muñeco la víspera del santo que cobró protagonismo y se convirtió en centro de atención multitudinario. Unos vecinos dieron forma con ropas viejas y material ligero fácilmente inflamable a una figura antropomorfa que representara los males y llamaron Facundo o don Facundo.

Tres décadas después del origen de Facundo va a reaparecer[3] la figura del mal con los Diablos de Haría y su Danza de Fuego en tal escenario ritual, cargado de simbolismo, como si la figura del maligno fuera necesaria en la naturaleza humana, en confrontación con el bien. Lo fatal, lo fatídico que debe ser alejado de las relaciones humanas en un ciclo repetitivo. Nacen sin referencias al antiguo Diablete, no guardan relación con esa figura extinta ni como intento de revivificar una costumbre del pasado.

En 1994 Ramón “Guadarfía” Afonso Hernández y Reinaldo Dorta Déniz proponen a otros vecinos la creación de figuras de Diablos con forma de cabra o macho con sus cuernos. Entre ellos se encuentran Alberto Perdomo Reyes, Alexis García, Paqui Armas, Mónica Romero, Luis de León, Dolores Pérez, Francisco Betancor, Carmen Acuña, Teresa Pacheco, Juan Carlos Pérez, Rita Menéndez y Luisa Stinga, hombres y mujeres jóvenes del pueblo o pueblos cercanos. En ese momento la víspera de San Juan se celebraba en torno a una gran hoguera con la quema de Facundo y asadero de sardinas. Entendió Ramón Afonso que la fiesta estaba decayendo y lo expuso inicialmente a Reinaldo Dorta, quien también dominaba técnicas de alfarería y modelado. Estas personas diseñan y confeccionan la vestimenta modelando caretas de resina y tela de sacos adecuadas con ojos, boca y cuernos de aspecto terrorífico que asustaran a los vecinos. Sin publicidad y en plena oscuridad aparecieron a las nueve de la noche del 23 de junio desde las azoteas de las casas circundantes doce Diablos con mechones[4] o antorchas y acompañamiento musical al son de tambores, arrojando millo al público y encendiendo la hoguera. Así, de manera tan espontánea, aparecen diablos que lucen grandes cuernos, llevan cencerros y portan en sus manos mechones encendidos para su danza de fuego con las que corren junto a Don Facundo. El afán de sus creadores por diversificar el acto festivo tuvo aceptación popular aunque la idea original implicaba algo sencillo y vistoso porque “la fiesta estaba muerta y se podría hacer algo diferente[5]”. Contó con el apoyo del ayuntamiento que aportó el gasto de los materiales y un local. Se procedió de igual manera los siguientes años, con algunas modificaciones, como interactuar con el público presente.

Alguno de los años iniciales Ramón Alfonso con otros dos componentes decidieron salir también por el pueblo correteando tras los jóvenes y los niños y los vecinos les abrían la puerta de sus casas y les convidaban con vino y algo de comer. Ramón se sorprendió cuando una mujer mayor se paró ante su figura de Diablo y le dijo “Cuanto tiempo hay que ya no vía esto del Diablo por ahí corriendo por las calles del pueblo…” No supo qué interpretar en ese momento pues nadie le había mencionado hasta el presente que en Haría la aparición de Diablo o Diablete también había sido cosa de un pasado lejano.



La vestimenta de los Diablos, el escenario de actuación y la composición de los Diablos ha variado[6]. Actualmente llevan una especie de mono marrón, caretas con cuernos y cencerros sujetos en el pecho por correas de empleitas. En alguna ocasión uno de ellos llevaba una cabeza de carnero. Los Diablos han sido acompañados por un chamán portando un palo o la figura de un rey que era encargado de encender la hoguera. Junto a ellos algunos actores hacen coreografías malabares con antorchas de fuego. En su origen el espacio ritual era junto al mercado, una vaguada que facilitaba la aparición desde lugares más altos de los demonios, que descendían hasta donde estaba la gran hoguera. Desde 2001, previo un apagado de la iluminación, los demonios salen desde las montañas cercanas, como la Atalaya, bajan con cuerdas desde algunas palmeras o surgen de detrás de bidones, portando bengalas con fuego chispeante. El nuevo escenario, junto a la plaza de Haría permite mayor afluencia de público, congregando más de un millar de personas. En las actuaciones más recientes han salido veinte Diablos y preveían la incorporación de otros tres para 2020, algo dudoso por la presencia de otro mal, vírico en este caso, que asola el mundo entero.

[1] Bethencourt Alfonso, J. 1985:282.

[2] El término performance se usa en Antropología pare referir y diferenciar espectáculos populares de los rituales simbólicos. En este caso existe un nexo entre ambas definiciones.

[3] Los organizadores de Los Diablos y Danza de Haría desconocían la antigua aparición del Diablete de Haría, usamos el término reaparecer para indicar una vinculación psicológica con el ritual antiguo.

[4] Tubos metálicos de unos 70 centímetros con tela empapada en petróleo en el borde más ancho usados en la isla para alumbrarse en el mar para coger cangrejos (jachar).

[5] Información facilitada por Ramón Alfonso Hernández (La Vega, 1964) en diciembre de 2019.

[6] Información facilitada por Alexander Dorta Déniz, miembro de la Asociación Diablos y Danza de Fuego de Haría el 16 de diciembre de 2019.

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