“Para mí la Sardina es como la fiesta marginada del Carnaval”, explica Elena González, quien con la muestra ha querido rendir “un homenaje no solo al acto en sí, sino también a toda esa gente, que ha captado con el paso de los años todos esos momentitos” de duelo, lágrimas y aflicción carnavalera. La impulsora de esta exposición, hija del desaparecido director de la Afilarmónica Ni Fú-Ni Fá Enrique González Bethencourt, que en 1979 recuperó para la ciudad esta tradición denostada por la censura, reivindica que el Entierro de la Sardina no es un acto aislado del programa, sino que “en los últimos años ha alcanzado tal evolución y poder de convocatoria” que el Carnaval no sería lo mismo sin él. “Es un acto que yo veo muy arraigado en el pueblo, a pesar de que la participación es menor que en otros eventos”, aprecia al respecto el artesano puertorriqueño.
Las primeras Sardinas, hace memoria la comisaria, eran todos los grupos del Carnaval vestidos de fantasma con una sábana blanca y dos agujeritos, “una comitiva tremenda que acompañaba a la Sardina”. Esto fue derivando con el tiempo en vestimentas más sofisticadas y transgresoras “y fueron apareciendo personajes característicos” de este acto del Carnaval santacrucero. Tal es el caso de Las Celias, las monjas, las magas, el Ejército de la Sardina con su bandera, el Señor de la Palmatoria, Cantinflas vestido de bombero, Charlot y su esposa ataviados para la ocasión, Miss Peggy con vestido de duelo, Los botones de hotel con la corona de flores… más allá de la Cofradía del Chicharro, integrantes de la Fufa que cada año, ataviados con su distintiva túnica, acompañan la carroza del pez hasta el momento de la pira.
Desde un punto de vista antropológico, Ramón González advierte que “las culturas tienen que ser dinámicas y en movimiento, por eso ya no se disfrazan con la sábana”. “Hoy en día estamos expuestos a una invasión tecnológica que se hace manifiesta en todo”, desde los propios diseños de la Sardina que se quema al final de cada desfile, hasta la indumentaria “porque los textiles de hoy en día no son los mismos que se utilizaban antaño”.
Uno de los ejemplos más representativos de este proceso de crecimiento que marca la trayectoria del Entierro de la Sardina tiene que ver con determinados personajes “con una gran simbología sexual” que integran hoy la comitiva “y en aquella época era imposible concebir su presencia” en la calle, indica Elena González.
Esta es la tercera exposición de miniaturas que Ramón Ávila, especialista en estampas típicas en barro, dedica al Carnaval chicharrero fiesta que conoce, admira y sigue en la distancia, desde su Puerto Rico natal. Su preferencia por este género estriba en que “el tamaño es práctico para trasladarlo y mercadearlo”. “Me permite recoger la esencia del personaje, redactar de alguna manera la esencia del personaje a través del barro”. Y es esta naturaleza la que aparece retratada en Cenizas de Carnaval.
Si bien la muestra refleja la evolución de la Sardina desde el año 1994, las imágenes recopiladas por la autora se remontan a 1986, en total 25 años. Aunque Elena González lleva meses inmersa en la planificación de esta exposición, reconoce que aún queda “un trabajo más laborioso de investigación” por hacer sobre el Entierro de la Sardina, particularmente en lo que se refiere a los años anteriores a 1986. “Se trata de una parte más histórica, en ella se intentó unificar el Carnaval de La Laguna y el de Santa Cruz” y constituye “una labor más ardua” de estudio y análisis pero “necesaria” porque “existe una cantidad de anécdotas e historias increíbles”.
Un trabajo este que no supondrá ningún impedimento para la hija de Enrique González quien asegura que continuará “averiguando” más. “Me voy a especializar en la Sardina”.
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