Foto Bolorino Armanai |
Eso sí, Juan Carlos Armas sería incapaz de hacer una puesta en escena tan perfecta. El final de esta gala parece más propio del primer corto de Juan Carlos Fresnadillo, “Esposados” (1996). La comparecencia de Saida escenificó el colofón del festival de aquel maldito 6 de febrero, cuando ella se quemó. En un accidente, palabra que no está en el vocabulario de las protagonistas de la rueda de prensa.
Televisión y horario de tarde lo asocio, además de a Barrio Sésamo, al golpe de Estado, a la corrida de toros cuando murió Paquirri y a las tragedias que, como series en cadena, emite con gran realce Televisión Canaria. Ahora emiten Walker Texas Ranger.
Lo que ocurrió el lunes fue un capítulo suelto. Estoy tan poco puesto en las parrillas de la pequeña pantalla que hasta me pareció ver en el despacho del abogado, en la plaza de San Francisco, al “hombre del tiempo” de Televisión Canaria, a las 18:55 horas, delante de la mesa anunciando la retransmisión en directo de la primera aparición pública de Saida.
Seis, ocho, diez… Hasta doce cámaras de televisión. En un pequeño “comedor” de la ley, con librerías llenas de tomos de jurisprudencia, mesa y tres comensales: Saida, en el centro; su madre, a la izquierda, y el abogado, a la derecha. En apenas cinco metros cuadrados, a los que se llegaba por una puerta interior. Este reservado para Saida estaba separado del común de los mortales por una puerta corredera, que estaba abierta y conectaba con el hall-recibidor del despacho. Allí, pese a multiplicar por diez la superficie de la estancia de los protagonistas, estaban hacinados los periodistas. Delante de Saida, cinco o seis butacas para decenas de reporteros. Hasta ya había uno del programa de Ana Rosa (T5). Sus espaldas las cubrían una docena de cámaras. Detrás, periodistas y amigos sirvieron de relleno para que el personal del bufete sacara unas bonitas fotografías de la concurrida rueda de prensa. Al letrado, o a quien corresponda, solo le faltó colocar un cartelito sobre la mesa con el nombre del despacho…
A las 18:55 horas, el “hombre del tiempo” de la Canaria se pone al frente de la cámara y arranca en directo. Con naturalidad. Como si nada estuviese preparado ni nadie más que él estuviera allí. Pegado a la mesa, dando la espalda a la ley, a los libros de la ley –quiero decir-, comenzó el directo. “Estamos en directo, en el despacho… donde Saida romperá su silencio…”. Hasta tuvo la cortesía, para los telespectadores, de anunciar la llegada de Saida, su madre y el abogado. Y no es el título de una película.
Como si nada estuviera preparado llegaron, se colocaron y entraron en plano. El abogado, haciendo las veces de anfitrión, anunció que Saida leería un comunicado y luego se permitiría una pregunta por medio dado el cansancio de la aspirante. Tal vez quiso decir el letrado que solo un medio preguntara, la Autonómica.
El comunicado fue la obertura del último acto de Carnaval. El del lunes. Después de muchos agradecimientos, un poco de vaselina para amansar a los médicos del HUC, la comparsera demostró que también tiene espíritu murguero, aunque solo puntuaría en crítica.
Fatal. Terrible. Horrible lo ha tenido que pasar. Solo pensarlo supera a uno. Piensas que le pudiera pasar a tu hija y te rompes. Pero quizás la sobreexposición hizo que se aborreciera tanto espectáculo. Tal vez en el primer acto de lo que puede ser, parafraseando un encantador programa de Televisión Canaria, “un paseo por… las cámaras”.
Dada la disposición del “comedor” de la ley y la colocación de los periodistas, ya se puede imaginar que, salvo el presentador de la Canaria y cinco más, el resto estaba detrás de las cámaras. O sea, no se veía a Saida, su madre y al abogado. A falta del traductor de signos, allí estaban nuestros fotógrafos, que pusieron la banda sonora a esta rueda de prensa: chic, chic, chic.
La primera vez que escuché ese click, click, click. me alongué por la parte izquierda de la puerta del comedor a ver qué ocurría. Debajo, de rodillas, un compañero que igual grababa con la cámara digital de bolsillo que hacía preguntas. Intenté husmear un poco más y… otro compañero cámara, con una cara apacible y sonrisa que buscaba complicidad, me decía que interrumpía el plano…
Al final averigüé que las lágrimas hacen ruido: click, click, click. Era como el balancear de una ola arrullada por la madre de Saida. En ese ir y venir de Sevilla a Tenerife… chic, chic, chic. El eterno agradecimiento al alcalde, que estuvo ocho días con ellas allí, y que entró a verla a la habitación no como alcalde, sino como amigo y salió llorando como un niño. Click, click, click.
Fue una sentencia de 50 minutos. El resumen de dos meses y tres semanas de muchísimo dolor y sufrimiento que nadie querría para sí. Una muestra de que las heridas están abiertas; y supuran.
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