El grupo de la calle Candelaria ha cambiado su historia a partir de 2007, punto de inflexión pues entonces subieron al primer escalafón del podio. Una de las claves de su transformación son las letras y la aportación musical de Víctor Asensio, pero otra enseña de esta nueva generación trónica es justamente el innegable rejuvenecimiento de la murga. Una bocanada de aire fresco que ha dado oxígeno puro a uno de los grupos históricos y señeros de la fiesta.
En una formación tan nutrida como Diablos, obviamente es imposible que las incorporaciones se produzcan a mansalva. Pero sí es cierto que de un tiempo a esta parte se nota el vigor y el empuje de la nueva saga.
Tomy Carvajal, hijo del director, explica que ser murguero "es algo que debería poder sentir cualquiera". Y se refiere a este grupo de jóvenes (los llaman cariñosa y metafóricamente los Okaidi) como uno de los pulmones del grupo, aunque aclara que en el seno de Diablos no hay particiones ni nada por el estilo. "Somos todos uno", resume.
De hecho, para el hijo del director y nieto del fundador son tan importantes los jóvenes como los veteranos. "Ojalá éstos últimos no se fueran nunca, porque sin ellos nunca sería lo mismo", añade. Sea como fuere, la sección más joven y concretamente este grupo de siete (Omar, el propio Tomy, Édgar, los primos Dani y Fran y el refuerzo de Palmiro) se ha implicado tantísimo que su aportación resulta imprescindible para entender el éxito trónico. Sobre todo, en el apartado de Presentación. "Había días que eran de locos", cuentan. Entraban al local a las nueve de la mañana y no se iban hasta que acababa el ensayo. Suyos fueron los arreglos de tocados, zapatos y complementos. "Vamos a todos lados juntos, salimos juntos y convivimos juntos". Su papel de este año ha demostrado que su vida es la murga. Y que la murga les ha hecho inseparables.
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