"Ser mameluco para muchos de nosotros era una sueño de la infancia, desde que con nueve años veíamos el ensayo de la adulta y ni entendíamos lo que cantaban los mayores", cuenta Samuel Brito, proveniente de Mamelones, la laureada sección infantil de una sociedad señera del Carnaval santacrucero.
"Haber ganado es una de las mayores satisfacciones de mi vida", completa Alberto Justo, que ha puesto todo de su parte para que la actuación perfecta les saliera el viernes. "Entré a la murga porque mi madre conocía a Toño El Chocolate, hace de esto 15 años". Hoy Alberto es parte del núcleo fundamental de Mamelones y se desvive por los niños si hace falta. "Hay cinco grupos en la sociedad€ y estoy en cuatro", apunta.
La conexión de Mamelucos con las vidas de sus componentes es un hecho indiscutible. "Desde que entras por la puerta del local, Manolo Peña y El Chocolate te tienden la mano para todo". Justamente fue el primero de ellos quien dio la bienvenida a Óscar, de los últimos en incorporarse al grupo, hace un lustro. "La murga significa tanto para mí que a la final me subí malo a cantar. Tenía 38 de fiebre, estaba fatal. Y salí llorando de la emoción", dice, aún impactado por el alcance de la gesta mamel.
"Yo quería probar lo que se sentía al ser murguero y Manolo me brindó la oportunidad. Estamos todos unidos, Los Mamelucos es una familia y lo demuestra que entre todos nos ayudamos; si alguien está mal, ahí está el compañero para ayudarle", remarca. Las lágrimas al final de la actuación no fueron solo de Osqui, que así le llaman. A Johnny Felipe (cumple su decanato) no había manera de contenerle el llanto. "No me había pasado en todos los años que llevo en la murga. Ha habido otros años geniales como el de la barriada o los skaters, pero esta vez la conexión con la grada fue mágica", define.
Para Johnny "ha sido importante que a la murga entrasen juventud y aire fresco", sin obviar la relevancia y sapiencia de los veteranos. "El año que entré yo, lo hicimos 22 más", recuerda. Lo que aún no saben algunos de sus compañeros es que él ejercería de talismán. "Fermín me había planteado que subiera con él a la entrega de premios. A los dos nos había ido bien en el concurso de habaneras, en el de parrandas€ y claro, yo ya le había dicho a todos que les iba a traer suerte". Y así fue. Cuando los presentadores dieron lectura al acta final, entró en estado de shock. "Es un momento inolvidable en mis 10 años aquí", subraya.
Menos tiempo en la murga lleva Eduardo, que canta junto a su gemelo Javier en tercera fila. Dos años en Mamelones y otros dos en Mamelucos les contemplan. "Estoy alucinando todavía", expresaba ayer. "Creo que nos lo merecíamos porque el trabajo ha sido brutal", indica. Su testimonio demuestra la importancia capital de Manolo Peña en el plantel. "Cuando cerré mi etapa en Mamelones tenía la posibilidad de irme a otra murga adulta y le llegó el rumor. Enseguida se reunió conmigo y me abrió las puertas de la grande. Y es un privilegio, un honor estar aquí. Mamelucos es mi murga en las buenas y en las malas. ¿Lo de este año? Creo que se han dado todas las circunstancias para que todo saliera bien, es una pasada", aduce.
Su primo Bruno Montesdeoca es apreciado por todos en el grupo. Entró por vez primera al local de la Casa del Miedo por sus amigos Samuel y Carlos. "Yo me sentía identificado con la murga cuando de niño ya iba a ver las finales a la Plaza de España. Cuando tuve la oportunidad de acceder, la aproveché", recuerda. "Este año hay un grupo excelente y se ha trabajado más que nunca, corrigiendo los errores de otros Carnavales. Donde antes fallábamos, este año no. Se le ha dado un aire nuevo a la murga pero sin perder la disciplina que ésta exige. Y sin perder los valores de Peña y Toño", explica.
Valores
Son las historias que cuentan Los Mamelucos un auténtico ejemplo de pasión, sacrificio y entrega. Pero ninguna tan singular como la de Aíto, que contactó con la murga por un foro de internet para expresarles su devoción por el grupo. Quedaron con él en el Heliodoro y le regalaron un suéter. Lo siguiente fue abrirle las puertas del local. Hoy, es uno más. Todos viven en una nube desde que se conoció el veredicto del jurado, rotundo. Y en su discurso hay un "gracias" tan grande que no les cabe en la boca.
Dice Alberto Justo que "la alegría de Xerach, el director, es todavía más especial". "Lleva un año de altibajos y se lo merece por todo lo que ha currado". "Siente pasión por la murga, es un currante y se desvive por nosotros. Su trabajo es incalculable, una pasada. Me alegro especialmente por él", indica Bruno. Además, resaltan los componentes la labor encomiable e inmensa de Airam Bazzochi. "Ha sabido hacer un tándem perfecto con el director y mucha parte del mérito es también suyo".
Dicho todo lo cual, dos detalles resumen la esencia del mameluco. El primero, que dedicasen su actuación completa a Diego Chinea, componente que se despedía de ellos este año y les oyó desde el cielo. "Era murguero de pura cepa, un crack, uno más de todos nosotros". Y de ahí que la imagen de su desbordante sonrisa presida un mural en el local. "Desde donde está, nos da fuerzas". Y el segundo gesto, otro más, impagable con dinero. Fueron los componentes ayer al Hospital a compartir el doblete con Tony Walter. "No pudo salir con nosotros porque hace poco le trasplantaron un riñón, pero los premios son también suyos". La alegría por hacer la final soñada es infinita pero la generosidad y autenticidad de estos detalles, una lección de vida. Una demostración de valores. Mamelucos, "somos más"€ que una murga.
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