Los de la Casa del Miedo embriagaron ya desde su entrada con su disfraz, y también conectaron con el público. A partir de ahí fue todo rodado para los de Xerach Casanova. Con su primero, Pon un festival en su vida, ironizan con el trasfondo que existe detrás de la organización de todos esos actos bené- ficos en detrimento de otras cosas más relevantes. Recuerdan a los indigentes del Pancho Camurria, el sorteo de viviendas sociales, los festivales que llevan a cabo las propias murgas ("repartiendo la comida que no reparte el gobierno"), las fiestas de Coalición para los ancianos ("compra votos con una paella") cuando "después no hay dinero ni para un taca taca", y también el papeleo necesario para solicitar una subvención. El tema, sin desentonar nunca en lo musical, no tuvo grandes estridencias hasta ese momento, pero subió de nivel cuando Mamel cambió de tono al meterse más de lleno en problemá- ticas capitalinas (prioridad para fiestas y jardines y luego hay desahucios). "Para que mi tierra no sufra más la solución no es un festival, es política social. Canarias pide a gritos soluciones ya", repitieron en una conclusión llena de intensidad y como perfecto preámbulo de lo que sería su segunda canción.
Y es que sin la necesidad de cambiar de vestuario ni recurrir apenas atrezzo alguno, Mamelucos también propuso algo distinto con Los Record Mamel´s Guines. Un tema en el que los de La Noria por fin conjugaron mucha ironía, algo de humor, toques de crítica, un maestro de ceremonias que esta vez no llegó nunca al histrionismo, conexión con la grada y un buen sabor de boca final, el que dejaron en la grada y también con el que se quedaron ellos. Y pese a que primera estrofa no fue brillante a partir de ahí Mamels empezó a disparar con bala? y casi sin fallo. Buscaron el récord de la retahíla más larga, algo que lograron bajo la melodía de La murga de Casanova se hace, a los 24 años de su último triunfo, con el primer premio de Interpretación gracias a una actuación equilibrada y de menos a más aquella (reivindicando quizá la semilla sembrada en su día por ellos mismos) que usaran en el Terremoto de 1990, pero esta vez con un contenido más ácido para denunciar "las letras sin sentido" y los golpes en el suelo con más efecto que profundidad. Viaje velado a Bambones.
Interactuaron con la grada arremetiendo contra catalanes, vascos y Rajoy mientras sus seguidores hacían sonar sin parar sus pitos. No habría estado demás que se les hubiera entendido lo que cantaban. Ahí, lejos de encallar, Mamelucos se atrevió incluso con un humor fino en su búsqueda del récord mundial de la demagogia cantando a "las tortugas de la charca y los peces de colores", si bien no terminaron de llegar cuando realmente quisieron tirar de fibra con el Macizo de Anaga y la dificultad para conseguir entradas para el concurso. La segunda letra de ida y vuelta con la grada (que sacó multitud de pancartas de apoyo) pareció flaquear, pero fue solo el impulso para un tono más grave, aquel que convierte a Santa Cruz en la ciudad con más topes mundiales, la de "cierres y en carteles de Se vende", la de "cruceristas que no dejan dinero" y la de los "partidos que venden siempre las mismas promesas". Para Mamels el verdadero récord, ya en clave carnavalera, fue el logrado en su día por Celia Cruz. Fue la marca particular para una murga que acabó muy, muy arriba. Hacía años que Mamelucos no se bajaban tan eufóricos del escenario. Y sus sensaciones no les fallaron.
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