Mamelucos. En el ecuador de la noche, Mamel dejó patente que su potencia vuelve a ser la de sus mejores años. A los de la Casa del Miedo ya no les tiemblan las piernas, ni en fase, ni en final. Y este sábado lo volvieron a dejar patente, de entrada con un tema de contenido y luego con otro efectista y más populista, casi la tendencia generalizada del concurso hasta ese momento. Primero con 'La burocracia' Mamels puso argumentos encima de la mesa para optar seriamente a premio en base a la lentitud de la justicia y administraciones para resolver "los papeles" de asuntos de importancia. Tocaron la dependencia, el maltrato y tuvieron su primer pico relevante con el papel que jugaron las autoridades durante el trágico derrumbe de Los Cristianos: "Lo convirtieron en su campaña electoral". Todo, con una fuerza descomunal en cada final de estrofa. Quisieron darle frescura a su tema recogiendo firmas en la grada, pero ahí la canción perdió en solidez antes de volver al plano más serio y hasta peliagudo, la custodia compartida y el papel de padre "al que siempre joden". Pero Xerach Casanova y los suyos lo salvaron con matrícula este camino espinoso levantando a la grada. Mamelucos había cogido carrerilla y con otro final vertiginoso y cargado de potencia, como los dos de las fases, hizo que el tema explotara.
Tras descargar buena parte de su letra, 'La grada' tiraron de lo visual y efectista, como si de un acto teatral se tratara, aunque eso sí, sin perder su identidad. Mamel convirtió sus tres filas en una grada de los más variados registros. Complicada y variada ejecución que por un momento pareció venirse abajo con varias entradas de la murga a destiempo. Primero cantaron sentados para recrear las propios asientos que ocupan los seguidores murgueros. Por momentos recordaron al tema de Bambones, pero ellos fueron más directos: "Pero si son peores que los del Ayuntamiento", expresaron para criticar a los que ocupan asientos de más. Luego se vistieron de diputados en el Congreso para ganar en intensidad en una retahíla, y vuelven tirar de efecto visual haciendo aparecer y desaparecer políticos locales en los actos del Carnaval en "función de la importancia". Genial golpe sobre Gladis de León. Su alegato a una Orquesta Sinfónica con más presencia canaria se perdió, pero enseguida recuperaron su conexión gracias a su interactuación con la grada. Ahí, Mamelucos alternó estrofas y respuestas facilonas, con otras más directas ("donde queda aquella grada sin fanáticos murgueros" o "si te vas a llevar por prejuicios y nombres no vengas más"). Final valiente y que tuvo respuesta de una grada que pareció encajar sin inmutarse (más bien con una gran ovación) el viaje velado de los de La Noria. Entremezclaron letra con una ración comercial para cuajar una más que notable final.
Triquikonas. La multitud de pelucas blancas de Triquikonas entre la penumbra del escenario, ya crea, de por sí, una enorme expectación. Se rebelaron en su entrada aprovechando la ausencia momentánea de su directora Almudena Domínguez, con cuya vuelta ganaron en orden y potencia antes de su particular show. Esta vez quizá con más intención que nunca al no haber llegado al nivel esperado en las eliminatorias. 'El arte de los murgueros', fue su primera interpretación de la final, que resultó ser un manifiesto de los sufrimientos que padece este colectivo a lo largo de sus meses de ensayo ("Lo que hacemos es arte"). Se podía esperar de ellas una vuelta de tuerca, pero no, tiraron, desde el primer momento (quizá lo más grave), del camino más sencillo, la afinación de Burlonas, las voces de Mamelucos, el espectáculo de Triquis, el disparate de Diablos, las sorpresas de Trapaseros. MásQlocas, Klandestinas, Desbocados (los dejaron sin final), Marchilongas, Trabas, Los Que Son... Recurso más que sencillo y desgastado que logró lo que buscaba, el aplauso fácil. Hasta a los Guachi recordaron en su alegato para que la trompeta no se pierda, antes de su golpe de efecto con una retahíla en honor a Bambones, y un final cargado de potencia en el que recordaron temas pretéritos cantados y defendieron una "final gratis". Si Fiestas quería buscar un himno para celebrar el centenario de las murgas, podía haber preguntado a Triquikonas.
Superada con creces (al menos por la respuesta que lograron de la grada) su apuesta más seria, Triquikonas se puso su particular traje de faena con '¿Miércoles? No, Las hijas del Fune', recreando al personaje de la Familia Adams. Y quizá ese papel, todas vestidas de negro, enfadadas y cruzadas de brazos durante buena parte del tema acabaron siendo un yugo para su ADN de frescura y chispa. Y eso que las de Almudena Domínguez trataron de darle brillo a su interpretación con marcadas coreografías (como jugar a la ouija) y movimientos secos que, en la mayoría de los casos superaron al contenido. Un interior que sí arrancó varias carcajadas (sobre todo cuando tiraron de tendencias de la juventud, como su forma de bailar), pero que supieron a poco. Volvieron a tirar de populismo cuando pidieron "la final gratis", y tuvieron un gran momento cuando ironizaron sobre los que las acusan de hablar mal: "Espera, lo voy a apuntar en la lista de las cosas que me importan una mierda". Se mostraron fieles a su estilo de enlazar su final de tema (con La Negra vestida de Celia Cruz) con la despedida, lo que en casos como el de ayer, permitió que Recinto se rindiera a sus pies.
Bambones. Sextos de la noche, la final se había quedado para que Bambones pusiera las cosas en su sitio. Pero lejos de marcar un camino propio y darle aire fresco a la velada, los de Primi Rodríguez ahondaron en la dinámica por excelencia (de una forma o de otra) de la noche: el ombliguismo murguero. Parecieron escapar de esta fatal atracción los de El Cardonal en su arranque de 'Prohibido aceptar lo prohibido', al señalar que "lo más fácil para ser feliz es que pases por el aro aunque no puedas salir". Lo que parecía su típica sucesión de frases sueltas a base de crítica ácida, y antes de soltar su fuego de artillería, se convirtió únicamente en algunas perlas ("ahora quieren otra prohibición, cambiar mi bandera, este pueblo no va a dejar que le quiten ni una estrella"). Ahí Bambones picó el anzuelo y entró a saco a hablar de sí mismos. Primero criticando que "este público no paga para aplaudir las letras de un canarión" y luego para tratar de 'cambiar' las bases del concurso. Lo hicieron, con una irónica y cuidada escenificación, pero siempre con una temática demasiado interna. El concurso de murgas había dado paso al concurso para murgueros: "Estos quieren cargarse el concurso con tanta machangada y prohibición". Sí dieron una vuelta de tuerca para expresar su deseo de que "no haya más recortes", "que no te eduquen para ser sumiso" o prohibir "que tengamos más políticos que maestros". Un broche más inteligente, mucho más bambón que casi todo lo anterior, cargado de potencia y sin apenas respiro.
Como Diablos apenas media hora antes, Bambones había dejado todos los deberes para el final. Su 'Centenariazo'. Si se quería ser fiel al sello bambón, todo apuntaba a una nueva genialidad tomando como excusa los 100 años desde la llegada a la Isla de la primera murga a bordo del cañonero del Laya. Pero los de Primi Rodríguez seguían con el anzuelo atravesado por mucho que escenificaron, con marineros de la época incluidos, de manera genial un arranque en el que echaban en falta un homenaje del Ayuntamiento por este aniversario. "Si esto pasa en Cádiz, Bermúdez tú recibes hasta en el carnet", dijeron antes de dar la bienvenida a una murga de Las Palmas, 'Los tataratatara Nietos del Laya' para ironizar (atrezzo de fondo incluido) que en Gran Canaria siempre todo es primero. La elección musical parecía muy acelerada. Bambones respondió realizando paralelismos de los 100 años de existencia murguera con situaciones como lo que "te pegas en lista de espera" o "buscando aparcamiento". "Gladis llevas dos años y se me está haciendo una cruz", añadieron, aunque a los laguneros no se les terminaba de ver cómodos y no terminaron de elevar el listón con un rap que no se entendió por completo. Y para acabar, otro alegato a las propias murgas y un guiño de populismo. "Yo lo celebro en la calle con mi gente. Las murgas aquí seguirán cantando la verdad y tendrás que aguantarme otro 100 años más", concluyeron. Lo hicieron con mucha fuerza y levantando a toda la afición, pero?
Ni Pico-Ni Corto. Fueron los encargados de abrir el concurso, y lo hicieron con la polémica aún resonando sobre si en fase habían cantado con menos del mínimo permitido. Esta vez lo hicieron con 39 componentes (más director) y solo dos miembros de batería (el tercero estaba de viaje, según asegura su director). Controversias a un lado, los de El Toscal mantuvieron el calor con su entrada antes de su primer tema, La casi evolución de los pecados capitales, que a simple vista parecía recordar la misma estructura abordada en 2015 por Marchilongas. Así, hablaron de la gula para recordar "las colas en los comedores sociales y los niños que sin comer a los colegios"; también la lujuria, lo que aprovecharon para recordar (papel numerado en mano) que son 40; la avaricia para atacar a Soria; y la soberbia para mostrar su desacuerdo con la "mierda de cartel" del Carnaval. De los otros tres, o se olvidaron, o bien los pasaron de puntillas.
Su segundo tema fue 'Siempre positivo? nunca negativo', su forma de ver desde el prisma optimista varios temas de la actualidad, como "el no trabajar" porque "no me explotan y puedo ver a la mis hijos". Trataron de tirar de ironía ("soy más optimista que Zerolo cuando compra lotería" o "si la luz te cortan es de agradecer pues bajo las velas es romántico comer"), pero solo lograron sacar filo en contadas ocasiones: "Soy campeón de apnea por aguantar la respiración de la Cepsa". Encorsetados en estructuras prácticamente calcadas, a los de Carlos Estévanez les estaba costando arrancar, a lo que sumaron algunos pasajes en los que apenas se les entendió la letra y varios desajustes en la entonación. Sí fueron capaces de elevar su nivel en la parte final, "más realista" y sobre "las prioridades de Santa Cruz. "Señor alcalde, menos optimismo que tu ciudad vive otra realidad", concluyeron, lo que unido a su 'Chicharrero de corazón' para despedirse les permitió acabar de forma más que decente pese a no haber, siquiera, haber arrancado una sola sonrisa fácil como sí hicieron en la fase. Su premio, haber estado en esta final.
Burlonas. Con el poderoso aval de su soberbia actuación de fase, Burlonas fueron las terceras de la noche. Discutir la elegancia y profundidad de temas de las de Adela Peña es perder el tiempo. Sin embargo, también fue evidente que sus mejores armas las habían puesto sobre las tablas el martes. 'Santa Cruz del Siglo XXI' fue su primer tema, excusa perfecta para ironizar "que con esta marca se acabaron todos los problemas" de la capital, desde "el muelle, El Toscal" y los "servicios indecentes" en otros barrios. Con Bermúdez sobre el escenario, ironizaron sobre lo "emprendedora, creativa ("Gladis") y atractiva ("para el que viene a especular") que es la ciudad chicharrera, sin olvidar que "se dan los negocios en función del colegueo" y que "los concursos las ganan siempre los mismos cuatro". Con mucho contenido, como siempre, y seguridad musical, a Burlonas le costaba dar un golpe encima de la mesa, y hasta respirar dentro de una letra sin apenas fisuras ni momentos vagos. Quizá, esa ausencia de repuntes fuera su mayor debe para que su puesta en escena fuera igual de impactante que en las eliminatorias.
Se metió Burlonas a continuación en el mercado bursátil con 'La bolsa y no la de la compra'. "Las acciones de Gladis cotizan bajo, váyase al carajo con el cartel", cantaron de entrada autoproclamándose "el lobo del Suculum" que pidió a "Zerolo e Ignacio González comprar acciones de Las Teresitas". Volvieron a hacer hincapié en las diferencias existentes entre el centro y los barrios, antes de una interactuación que en un principio pareció un batiburrillo casi en forma de retahíla pero que realmente sirvió para dar una cachetada sin manos a aquellas murgas que tratan de buscar el aplauso fácil: "Dependientes, corruptos? ¿para qué tocar temas de esta sociedad si el que cotiza alto es el que canta a carnaval?". Se perdieron algo con las elecciones nacionales y con el Brexit antes de un epílogo pletórico en el que piden que piden que coticen al alta aspectos como "cultura, educación, sanidad, sueldos y pensión", incluso bajando "los gastos en Carnaval". Un genial broche a sus dos días de concurso pero que, al menos, en la final, le faltó un plus para colarlas, como en las eliminatorias, entre las claras candidatas a cartón.
Diablos Locos. Con Diablos llegó, probablemente, el momento con más decibelios de la noche. No por ese homenaje a modo de entrada que hicieron a los 100 años de murgas, sino por su pasacalles que puso en éxtasis a toda la grada. Listón extremadamente alto antes de una actuación que, como varios días atrás, dejó que desear. Incluso una puesta en escena inicial más discreta también habría superado lo que vino a continuación. Con 'Los mandamientos murgueros' ya pincharon en hueso de inicio con una entrada de dos relatores que apenas se entendió. Fueron diez minitemas que encasillaron a la murga de Masi Carvajal y que apenas dejaron momentos de destello. Desde la trompeta, no criticar a los demás murgueros ("canto una letra criticando al compañeros y en el palco de autoridades se ríen de nosotros, la gente no quiere chanchullos. A ver si maduramos ya, no somos el centro del universo", fue de lo mejor del tema), algún golpe con lo presumido que son los murgueros, sus chaquetas y palito al canarión sin chispa antes de qedarse sin nada de fuelle y recurrir al populismo para tratar de completar su decálogo. "Saca todo lo que tienes dentro" y "Ser un murguero es un honor". Como Triquikonas, Diablos había cantado un nuevo pasacalles extralargo.
Los de Cuesta Piedra lo apostaban todo a su segunda canción. O esa era la impresión. Un todo o nada a una mano, 'La mano que mece la murga'. En una nueva locura de Víctor Asensio, os trónicos pusieron en la parte delantera de las tablas a cinco dedos. La apuesta, sobre el papel, curiosa. El desarrollo ya se antojaba complicado y sin gran recorrido. Y Eso que Diablos tuvo un momento brillante, en la presentación de cada dedo, con el índice y la escenificación de la visita al urólogo para hacer la prueba de la próstata. "Eso es un poste de la luz, que manilla platanos tenía el cabrón", cantaron entre las risas de la grada. El tema prometía pero desde ese momento cayó en picado. Sin solución. De nada sirvió que arremetieran contra lo que mamen los políticos, ni hacia aquellas manos que pegan a las mujeres; ni tampoco surtió efecto su ataque al canarión. Solo el pedirle a la afición que aplaudiera "si quiere que los carnavales sean de nuevo hasta que amanezca" hizo que su final fuera honroso. A Diablos, en su enésima locura (esta vez sin recorrido), el premio se le había escapado entre las manos.
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