Rigoberto Camacho, que ha utilizado una de las naves del Complejo Agroindustrial de Teguise para realizar su última obra por sus dimensiones, lleva desde hace dos años como becario en el departamento de escultura de la Universidad Complutense, donde tiene previsto iniciar este año un estudio sobre la escultura robótica.
"Desde pequeño, todo era un juego, recorría los barrancos cerca de mi casa en la Villa y allí cogía barro para hacer caretas de Diablete. También en la escuela, cada hueco en blanco de una libreta o libro lo aprovechaba para pintar y dibujar", resume Rigoberto para hablar sobre su vocación artística.
Aunque en la gran mayoría de sus esculturas, Camacho parte de bocetos que le ayudan a proyectar la imagen final, lo cierto es que su obra experimenta un cambio progresivo con la idea de mejorar y adaptar su trabajo a las nuevas dimensiones. "Para mí es importante tener esa libertad de modificarlo, ya que es una motivación a la hora de afrontar mis proyectos", destaca el escultor.