
Ataques de ansiedad ante el agobio multitudinario, niños que lloraban a pleno pulmón porque hacía horas que se habían perdido de sus padres y por fin los encontraban, ambulancias abriéndose pasó en mitad del gentío. Porque ayer, el Carnaval de Día también tuvo mucho de eso.
Si durante el día las familias coparon los espacios carnavaleros, la caída de la tarde- noche fue dando paso a la fauna más carnavalera. Los más rezagados salían de los portales pasadas las siete de la tarde, confiados en llegar a tiempo a ver al dominicano. Los más previsores ocuparon los mejores sitios desde antes de que Orishas, que actuaba a las seis, hicieran sonar su A lo cubano.
A medida que los más intrépidos se acercaban hasta las inmediaciones del escenario de la avenida de Francisco La Roche, el flujo de personas se hacía tan denso que casi era imposible caminar. Eran muchos los que intentaban llegar, pero también los que intentaban alejarse, bien porque ya se iban a descansar o bien porque simplemente se habían rendido.
Los que sí llegaron pudieron comprobar que los muros de la calle de La Marina (al menos hasta que la Policía los desalojó) y los balcones de los alrededores se habían convertido en improvisadas gradas.