Pérez contaba esa historia ayer mientras varias personas se acercaban a fotografiar el coche que había elegido para participar en la concentración que, como cada año, organiza el Club de Amigos de los Coches Antiguos de Tenerife en el parque García Sanabria. De todos los que tiene en su garaje, para la ocasión optó por un Cadillac azul, modelo torpedo, del año 1928, 32 caballos de potencia, siete plazas y 2.000 kilos de peso.
Lo compró en los años 70 y, tras restaurarlo por completo, pieza a pieza, lo dio de alta en el 86. Eduardo Pérez asegura que jamás ha estrenado un coche. A él lo que le gusta es conducir antiguos y clásicos. Y, como él, a todos los que acudieron con sus vehículos al parque a presumir de joyas con ruedas.
Entre ellos estaba el presidente del Club, José Bastarrica Galván, que andaba de aquí para allá controlando la llegada de los participantes, mientras a unos metros de él descansaba entre los árboles su Chrysler de color beis. Más de 42 coches, dos camiones y hasta un carro tirado por un caballo fueron paulatinamente ocupando espacio en el parque, mientras cientos de decenas de ciudadanos los fotografiaban, posaban junto a los vehículos o metían las narices por las ventanillas para admirar los detalles del interior.
Todos llamaban la atención. Unos por pequeños y deportivos, otros por enormes y elegantes. Entre estos últimos, un Packard Eight rojo que en sus tiempos fue coche fúnebre y vestía más oscuro. También fue admirado un camión Diamond T matriculado en 1931 en color rojo y madera, cuyo propietario, Tomás Marrero, lo rescató del abandono hace cinco años, invirtió miles de euros en arreglarlo y ahora brilla como una estrella.
Mientras la mañana pasaba, el parque se llenaba de más y más curiosos, ciudadanos y turistas, algunos disfrazados para aprovechar el último día del carnaval. Los propietarios de los vehículos contestaban a sus preguntas y satisfacían curiosidades.
La Policía de Santa Cruz también aportó su grano de arena con una moto BMW del 71, y otra persona condujo desde Arafo un Ford del 31, de color beis, en el que estaba sentada una mujer que parecía sacada de una novela de Agatha Christie.
Hubo quien también aprovechó la ocasión para intentar vender. Es el caso de José Manuel Moreno, propietario de ocho Minis. El que vendía era uno de los 500 que se hicieron en Inglaterra en 1989, de 1.300 caballos de potencia.
La jornada, soleada, continuó con un paseo por las carreteras más céntricas de la ciudad y una comida en el Club Náutico de Santa Cruz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario