¿Recuerda todas las galas que ha presentado?
Ya hasta he perdido la cuenta de cuántas han sido, pero sé que he podido estar a las órdenes de los tres directores artísticos de los últimos años: Sergio García, Jaime Azpilicueta y Juan Carlos Armas. Algún año no la he presentado porque he estado fuera y sobre todo en 2007 porque aunque me lo ofrecieron lo rechacé. No quería participar en el acto después de las declaraciones de su director, Rafael Amargo, que fueron tan polémicas.
Ya que ha trabajado con los tres, ¿qué destaca de cada uno de ellos?
La verdad es que de todos ellos he podido aprender muchísimo. De Sergio García me quedo con su capacidad para movilizar a tanta gente; de Jaime Azpilicueta su afán por tenerlo todo milimétricamente controlado; y de Juan Carlos Armas destaco que ha sido capaz de llenar de sentimientos, aunque es cierto que le ha tocado dirigir muchas galas en las que había que incluir homenajes, lo que le ha dado más sensibilidad al espectáculo.
También ha tenido ocasión de contar con diversos compañeros para presentar el acto...
Sí, he tenido esa fortuna y siempre con buenos compañeros lo que ha conseguido que siempre haya estado cómodo.
Aún así, ¿hay algún momento en el que haya temido que todo saliera mal?
Tuve un año complicado. Cuando en 2002 presenté con Rosana Walls no siguió el guión y se equivocó leyendo el acta del jurado, alteró el orden y sonó una gran pitada. Lo pasé mal, me estaban apurando por el pinganillo, era yo el que tenía la experiencia y no se podía explicar que permitiera ese caos. Así que al final tuve que salvar ese momento tan importante como es la coronación y cogí las riendas.
También tendrá algún recuerdo especialmente bueno...
El primer año quizá sea el que recuerde con más cariño porque me ilusionaba muchísimo presentar un acto como ese y tuve el honor de empezar con Pilar Socorro y Miriam Reyes.
Tres presentadores, igual que este año. ¿Es mejor esa fórmula que solo dos?
He presentado varias galas entre tres y creo que es mejor. Para el espectador resulta menos cansino y da más juego a la hora de organizar el guión.
Si pudiera elegir, ¿con quién presentaría?
He tenido suerte de estar al lado de profesionales como Inés Ballester pero confieso que me haría ilusión presentar con la señora y el caballero, los personajes de Calero.
¿Tiene algo especial pensado para mañana?
Procuro ajustarme a lo que dicta el director artístico, que siempre da poco margen y la verdad es que lo prefiero así. Entiendo que la Gala es responsabilidad de Juan Carlos y eso lo respeto mucho, creo que mi papel solo es dirigir o guiar lo que va a acontecer en el escenario, si acaso teniendo la capacidad de improvisar en el caso de que se produzca algún escollo a salvar. Esa será mi ayuda, de resto respeto el trabajo de los que dirigen.
Como presentador ha tenido la ocasión de estar en el backstage, ¿cómo es la Gala que no se ve?
Es un caos organizado. Ahí te das cuenta de que participan muchísimas personas pero cada una sabe cuál es su finalidad. Lo que más me sorprende es el respeto de los diseñadores que están desde temprano preparando a sus chicas y las fantasías, la disciplina de las candidatas y sobre todo cómo llegan guaguas y guaguas de grupos pero todas a la hora a la que tienen que estar para que salga todo perfecto. Si la gente viera todo eso también se sorprendería de lo bien que se organiza una Gala.
¿Ha visto las galas que no ha presentado?
In situ solo he visto dos. La primera en el año 1995 dirigida por José Antonio Plaza y que fue en la Plaza de España y la otra fue en 1999 la primera vez que un medio de comunicación presentaba candidata a Reina. Azul Televisión presentó una aspirante, A los pies de Yalpur, lo que fue una innovación y pasé unos nervios horribles, aunque al final ganamos. El resto las he visto por televisión, una de ellas cuando estaba en Madrid y que vi por internet, con la señal cortándose lo que me tenía desquiciado. Desde luego no es igual por televisión que en el Recinto.
¿Es un error no pensar en una Gala para la televisión?
Al contrario. Es una buena costumbre en Tenerife que aunque se sepa que es un espectáculo que se retransmite por televisión pero no se permite que el acto se mediatice en exceso. La televisión debe adaptarse en la medida de lo posible a lo que hay, y aunque para el televidente puede ser algo pesado al final es algo de o que el carnavalero se siente orgulloso.
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