miércoles, 14 de febrero de 2018

Entre diablos y buches

El casco histórico de Teguise, envuelto en su nebulosa habitual, con esos estrechos callejones por los que poder esconderse se convierte estos días en el escenario triunfal de los Diabletes de Teguise. Al igual que los Carneros de Tigaday también esperan al atardecer para salir de sus escondrijos y asustar a los paseantes.

La figura del Diablete aparece en Lanzarote de la mano de los monjes Franciscanos en 1402, cuando llegan a la isla con los conquistadores. Al principio solo danzan en las fiestas del Corpus. Ellos representaban el mal frente al bien, lo que hay que desechar frente a la virtud cristiana. Los hombres se visten con piel de cabra y como máscara se colocan la cabeza de un carnero. Aquellos seres diabólicos transfigurados en bestias provocan el pánico entre los asistentes pero también se convierten en uno de los actos más esperados del Corpus. Llega a tal extremo su fama que con motivo del nacimiento de Felipe II en el siglo XVI se invita a estos danzantes a que salgan a la calle para festejar con el pueblo este hecho singular.

Como recuerda Francisco Hernández Delgado, cronista oficial de Teguise, los monjes Franciscanos se proponen hacer olvidar otros festejos paganos que se celebraban entre la Navidad y Reyes. En esas fechas tienen lugar los bailes de brujas y diablos. La iglesia en su lucha por vencer a las tinieblas, logra que aquellos festejos desaparezcan. Y de paso consigue que los aborígenes de Lanzarote, los majos acepten la nueva religión. Así los pastores que años atrás habían participado en esa danza ancestral de brujas y demonios deben ahora bailar en la fiesta del Corpus vestidos de Diabletes, como estandarte del pecado, del mal frente al bien. Una vez cumplida la misión de solapar las celebraciones paganas, vuelve a ser la Iglesia en 1870 la que decide prohibir esta danza en la procesión del Corpus, lo que obliga a los Diabletes a trasladar sus bailes a las fiestas del Carnaval.



Fue en esa época cuando surgió el pequeño zurrón con piel de cabra que es utilizado por estas figuras para golpear a todo aquel que se le pone por delante.

Pero sin duda el cambio más importante experimentado en el atuendo y sobre todo en la máscara de este macho cabrío hay que atribuírselo a Rosalía Spínola. En uno de los viajes que realizó a Uruguay se quedó impactada con la careta en forma de buey o toro que lucía un grupo de danza. De regreso a la Villa inicia unas ciertas reformas en la indumentaria de los Diabletes. A partir de entonces, ya no será la cara del macho cabrío la representación de esta figura, ahora es la de un toro, con sus cuernos y lengua pintada de rojo, como el fuego que sale de las entrañas del demonio. También se producen variaciones en el traje, que deja de ser piel de cabra y se sustituye por lona o muselina sobre el que pintan rombos rojos y negros. Los esquilones que rodeaban el cuerpo del diablete para hacer ese ruido tan característico se sustituye por los cascabeles.

Marinera

Sin dejar Lanzarote hay que detenerse en su capital, Arrecife, y en su parranda con más historia: Los Buches, de las que existen referencias históricas que datan de 1890, cuando René Verneau en una visita que realiza a la isla tropieza "con grupos de hombres y mujeres disfrazados. El vestuario que se usa en estas mascaradas es el de los campesinos?Va gente tocando la guitarra y cantando? y provistos de unas vejigas de pescado enormes, con las que golpean a todos aquellos que encuentran"

La Opinión de TenerifeC. de Ganzo

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