Si al locutor de radio se le conoce más por su voz que por su rostro, al fotógrafo se le identifica con sus imágenes y no por voz. Por ello, más de uno se sorprendió cuando un informador gráfico con horas de nocturnidad detrás del objetivo retratando el Carnaval fue presentado como autor del cartel anunciador de 2012. Fue el caso de Alfonso Bravo (en realidad, Alfonso Álvarez Bravo, Puerto de la Cruz, 1975). Alumno de Los Salesianos de La Orotava, presume de ser autodidacta. Con una cámara en una mano y la moda en otro, ha llegado a Madrid, Barcelona, París, Estambul... Desde hace cuatro meses cuenta con representante en Nueva York. El próximo lunes tiene previsto entregar la foto de su cartel en la Alcaldía, el mismo sitio donde le invitaron a hacerlo sin decirle cuánto le iban a pagar. Fue en la rueda de prensa de presentación del Carnaval, días después, cuando se enteró, y más tarde, incluso, lo llamaron para decirle que iba a cobrar la mitad de lo que dijeron a los medios.
¿Cómo se convierte en fotógrafo?
Antes me dedicaba a la poesía (gané dos premios escolares), pero desembarqué en la fotografía, otra vía de expresión. Era un niño extraño -se ríe-, muy reservado... Con la fotografía puedes "robar"; la poesía te hace imaginar cómo robas.
¿Tiene mayor proyección fuera de Canarias que en su tierra?
Sí, no sé si porque nadie es profeta en su tierra o porque realmente fuera se ha apostado más por mí. Es extraño que aquí no te valoren o no sepan valorarte...
¿Es fotógrafo o artista?
Me siento artista, tal vez mitad fotógrafo, mitad artista. Esas dos características tienen que ir unidas en cualquier faceta del arte. Le ocurre a un saxofonista: tiene su técnica, pero tiene que saber salirse un poco de la partitura y convertir esa pieza en arte.
¿Se saldrá de la partitura?
Va a ser diferente. De hecho, la técnica de la fotografía solo se ha usado dos ocasiones. Siento especial cariño por el cartel de 1985, de César Manrique. De niño, tuve la oportunidad de que me contara su inspiración. Tengo un ejemplar firmado de él. Mis padres tenían un bar en Puerto de la Cruz y César me explicó que se había inspirado en el tema volcánico y que había hecho un collage que las unía a todas. También me gusta mucho el "Grito del Carnaval", de Facundo Fierro (1988).
¿Qué debe tener un cartel para que sea bueno?
Tiene que tener la esencia de la fiesta y que permita interpretarlo bien a quien lo ve donde la fiesta no se conoce; que le pique la curiosidad y, si no quiere venir aquí, que busque información.
¿Será un cartel carnavalero? Será una foto. Va a representar el motivo del Carnaval, con pinceladas de los años 60, pero llevado a la actualidad. No voy a innovar; voy a hacer lo que sé hasta ahora.
¿Fue designado autor del cartel por afinidad política?
No, no tengo ninguna afinidad política. Creo en las personas; la afinidad política no tiene que ver con el arte; son cosas diferentes.
¿Su obra vale los 1.500 euros que le van a pagar?
He vendido obras más caras. El cartel es una pieza de arte, pero, sobre todo, publicitaria.
¿Se sintió mal porque primero lo presentaron y después le dijeron lo que iba a cobrar?
Mal no es la palabra. Me sentí que no encajaba en ese sistema de contar las cosas como son. Hago este cartel con todo el cariño del mundo; el dinero no va a ser ningún impedimento.
¿Pensó en rechazar la oferta por la jugarreta que le hicieron?
Hay gente que me ayudó y me apoyó para que no lo hiciera. Ya tenía un compromiso con el pueblo y tengo que hacerlo.
¿Cómo fue la negociación?
Un día me llamó José Manuel Bermúdez y me invitó a ir a la Alcaldía. Junto al concejal Ballesteros, me comunicó que quería que fuera el autor, por mi trayectoria y proyección fuera de aquí.
Si le hubieran pedido un cartel a cero euros, ¿lo hubiera hecho?
Sí, creo que sí.
¿La primera noticia de lo que iba a cobrar fue cuando lo presentaron a la prensa?
Sí. Confié en que las negociaciones tienen sus pasos. Tienen que comunicártelo y segundo, sentarse a hablar. Pero hubo algún paso que no existió. Pero, ante todo, no quiero entrar en ninguna guerra política. Los políticos funcionan de una manera y los artistas lo hacemos de otra. Y no quiero decir que una sea mejor que la otra.
¿Cuándo da su gran salto profesional al exterior?
Fue en el año 2000, en Londres, gracias a una editora inglesa de Vogue, que vio trabajos míos y decidió conocerme. Lo primero que me dijo fue que saliera de donde vivo. Fue curioso...
¿Va a ser un cartel polémico?
No lo sé. Hay gente que lo entenderá y otros que no. Contentar a todo el mundo es difícil. Para mí, el cartel no es un trabajo más.
¿Qué le gusta más: las murgas, las comparsas...?
Los más que me gusta del Carnaval es cómo se emocionan los niños, la capacidad de transformación del Carnaval, las antiguas mascaritas... El mundo hippie engloba muchos aspectos, tanto la libertad como aquellos que confundieron libertad con libertinaje. Pero el tema... ¿quién no se ha vestido de hippie? Para el cartel hubiera preferido otro motivo, como el homenaje a las reinas...

Humberto Gonar